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martes

Filosofía Moderna


A partir del siglo XV la filosofía occidental ha estado contrastada por una interacción continua entre medios de pensamiento basados en una interpretación mecanicista y materialista del Universo, y aquellos otros que consideraban al pensamiento humano como la única realidad última. Esta interacción reflejó el progresivo efecto de los descubrimientos científicos y los cambios políticos en la reflexión filosófica. Los siglos XV y XVI marcaron un periodo de cambios radicales en el ámbito social, político e intelectual. La exploración del mundo, la Reforma protestante, el auge de la sociedad urbana comercial y la aparición de nuevas ideas en todas las áreas de la cultura estimularon el desarrollo de una nueva idea filosófica del Universo.


LA VISION MECANICO-MATERIALISTA
Gracias a la evolucion de este tipo de pensamientos, se cambiaron ideas referente al cosmos como un orden jerárquico de seres creados y gobernados por Dios. En cambio, fue sustituida por la visión mecanicista del mundo como una gran máquina cuyas partes se mueven de acuerdo con estrictas leyes físicas, sin propósito ni voluntad. El objetivo de la vida humana ya no se concebía como preparación para la salvación en el otro mundo, sino más bien como la satisfacción de los deseos naturales del individuo. Las instituciones políticas y los principios éticos dejaron de ser considerados como reflejo del mandato divino para ser vistos, en cambio, como resortes prácticos creados por los seres humanos. En esta nueva visión filosófica, la experiencia y la razón fueron los únicos patrones efectivos para dilucidar la verdad. La figura del filósofo jesuita español Francisco Suárez tuvo una gran influencia en la transformación de la escolástica clásica y en una moderna concepción de la ley y de la autoridad real que, según Suárez, deriva su poder del consentimiento del pueblo y podía ser rechazada cuando no era ejercida con justicia.

El primer gran representante de la nueva filosofía fue el pensador inglés Francis Bacon, quien denunció la confianza en la autoridad y en el discurso verbal, y consideró la lógica aristotélica inútil para acuñar nuevas leyes físicas. En su obra Novum organum (1620), Bacon expuso un nuevo método científico basado en la generalización inductiva realizada desde la observación y la experimentación. Fue el primero en formular leyes para la inferencia inductiva.

El trabajo del físico y astrónomo italiano Galileo Galilei fue de mayor importancia en el desarrollo de una nueva visión del mundo. Galileo Galilei resaltó la importancia de aplicar las matemáticas a la formulación de leyes científicas. Para ello creó la ciencia de la mecánica, que aplicaba los principios de la geometría a los movimientos de los cuerpos. El éxito de la mecánica en la formulación de leyes fiables y útiles de la naturaleza llevó a pensar a Galileo y a otros científicos posteriores que toda la naturaleza está creada de acuerdo con leyes mecánicas.

El matemático, físico y filósofo racionalista francés René Descartes profundizó en las críticas de Bacon y Galileo sobre los métodos y creencias existentes, pero al contrario que Bacon —que se inclinaba por la práctica de un método inductivo basado en hechos observados— Descartes hizo de las matemáticas el modelo para toda ciencia, aplicando sus métodos deductivos y analíticos a todos los campos del saber. En 1637 publicó su primera gran obra, Ensayos filosóficos, a la cual servía de prólogo el que sería su más famoso e influyente escrito, Discurso del método. Decidió reconstruir todo el conocimiento humano sobre una base absolutamente certera al rechazar cualquier creencia, incluso su propia existencia, hasta que pudiera probarla como verdadera (escepticismo metodológico). Descartes fundó la prueba lógica de su propia existencia en el acto de dudar de ella y su famosa afirmación “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”) le proporcionó el dato cierto o axioma a partir del cual pudo deducir la existencia de Dios y de las leyes básicas de la naturaleza. A pesar de su perspectiva mecanicista, Descartes aceptó la tradicional doctrina religiosa de la inmortalidad del alma y mantuvo que la mente y el cuerpo son dos sustancias diferentes; de esta forma dejó a la mente libre de las leyes mecánicas de la naturaleza y consagró la libertad de la voluntad. Su fundamental separación de mente y cuerpo, conocida como dualismo, planteó el problema de la explicación de cómo dos sustancias tan diferentes como cuerpo y mente pueden afectar la una a la otra, problema que fue imposible resolver y que ha sido desde entonces motivo prioritario de interés en la filosofía.

El filósofo inglés Thomas Hobbes elaboró un amplio sistema de metafísica materialista que aportó una solución al problema mente-cuerpo del dualismo al reducir la mente a los movimientos interiores del cuerpo. Al aplicar los principios de la mecánica a todas las áreas del conocimiento, definió los conceptos básicos de cada área (como vida, sensación, razón, valor y justicia) en términos de materia y movimiento, reduciendo así todos los fenómenos a relaciones físicas y todas las ciencias a un proceso mecánico. Hobbes expuso su teoría ética y su teoría política en Leviatán (1651); la primera se basaba en la afirmación de que las reglas conductuales humanas se rigen por el instinto de conservación, por lo que justificó las acciones egoístas como una tendencia natural del ser humano. En consecuencia, su teoría política sostenía que el gobierno y la justicia social son creaciones artificiales basadas en un contrato social y mantenidas por la fuerza. Apoyó a la monarquía absoluta como el medio más efectivo de preservar la paz.

El filósofo holandés Baruch Spinoza elaboró un sistema filosófico monista claro y riguroso que aportaba nuevas soluciones al problema mente-cuerpo, al conflicto entre ciencia y religión, y a la eliminación mecanicista de los valores éticos del mundo natural. Como Descartes, afirmó que toda la estructura de la naturaleza puede deducirse de unas cuantas definiciones básicas y axiomáticas, conforme al modelo de la geometría de Euclides. Advirtió que la teoría cartesiana de las dos sustancias creaba un problema insoluble sobre cómo interactúan la mente y el cuerpo; llegó a la conclusión que el único sujeto último de conocimiento ha de ser la sustancia en sí. Al intentar demostrar que Dios, la sustancia y la naturaleza son idénticos, llegó a la conclusión panteísta de que todas las cosas son aspectos (o modos) de Dios.

Su respuesta al problema mente-cuerpo (conocida como la teoría del paralelismo psicológico) explicaba la aparente interacción de mente y cuerpo al considerarlos como dos atributos de la misma sustancia, paralelas entre sí, que parecen afectar la una a la otra pero que en realidad no lo hacen. La ética de Spinoza (evidente en una de sus principales obras, Ética), se basaba en una psicología materialista según la cual los individuos sólo están motivados por el interés propio; pero al contrario que Hobbes, Spinoza llegó a la conclusión que el interés propio racional coincide con el interés de los demás y que la vida más satisfactoria es la que se dedica al estudio científico y que culmina en el amor intelectual y racional hacia Dios.

Una de las figuras más influyentes del pensamiento británico fue John Locke, quien enriqueció la tradición empirista iniciada por Bacon. Este pensador, dotó al empirismo de un marco sistemático gracias a la publicación de su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). Locke atacó la creencia racionalista predominante de que el conocimiento era independiente de la experiencia. Aunque aceptó la división cartesiana entre mente y cuerpo y la descripción mecanicista de la naturaleza, reorientó la filosofía desde el conocimiento del mundo físico hacia el estudio de la mente. Con esto hizo de la epistemología el principal objeto de interés de la filosofía moderna. Locke intentó reducir todas las ideas a simples elementos de la experiencia, pero al distinguir entre sensación y reflexión como fuentes de la experiencia, determinó que la sensación provee el material para el conocimiento del mundo externo y la reflexión aporta el material para el conocimiento de la mente.

Aunque no fue un escéptico, Locke gozó de gran influencia en el escepticismo del pensamiento británico posterior al reconocer la vaguedad de los conceptos de la metafísica y señalar que las deducciones sobre el mundo al margen de la mente no pueden ser probadas con certeza. Sus escritos éticos y políticos (principalmente Tratados sobre el gobierno civil) tuvieron también mucha influencia en el pensamiento subsiguiente; los fundadores de la moderna escuela del utilitarismo, que en síntesis hicieron de la felicidad para el mayor número de personas la medida del bien y del mal, se inspiraron en sus escritos. Su defensa del gobierno constitucional, de la tolerancia religiosa y de los derechos naturales de los individuos marcó el desarrollo del pensamiento liberal en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.


VISION IDEALISTA – ESCEPTICA
El filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz concibió un sutil y original sistema de filosofía. Combinó los descubrimientos matemáticos y físicos de su tiempo con las concepciones orgánicas y religiosas de la naturaleza heredadas del pensamiento clásico y medieval. Leibniz consideraba el mundo como un número infinito de unidades de fuerza infinitamente pequeñas, llamadas mónadas, cada una de las cuales es un mundo cerrado pero que refleja a su vez a todas las demás en su propio sistema de percepciones. Todas las mónadas son entidades espirituales, pero aquellas con las percepciones más confusas forman los objetos inanimados y aquellas con las percepciones más claras (incluido el autoconocimiento y la razón) constituyen las almas y las mentes de la humanidad. Dios es concebido como la Mónada de las mónadas, la que crea todas las demás y predestina su desarrollo de acuerdo con una armonía preestablecida que acaba en la apariencia de interacción entre las mismas. La idea de Leibniz de que todas las cosas son orgánicas y espirituales marca el inicio de la tradición filosófica del idealismo.


El filósofo y obispo anglicano George Berkeley convirtió el idealismo en una poderosa escuela de pensamiento al unirlo con el escepticismo y el empirismo, y por ello ha sido muy influyente en la filosofía británica. Al radicalizar las dudas ya expuestas por Locke sobre el conocimiento del mundo fuera de la mente, Berkeley declaró que no existe ninguna evidencia de la realidad material de ese mundo, porque lo único que uno puede observar son las sensaciones propias y éstas se encuentran en la mente. Afirmaba que existir significa ser percibido (“esse est percipi”) y que para existir, cuando uno no las observa, las cosas han de ser percibidas por Dios. Sus principales escritos, Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Tres diálogos entre Hilas y Filonus (1713), fueron desestimados por sus contemporáneos. Sin embargo, al afirmar que los fenómenos sensoriales son los únicos objetos del conocimiento, Berkeley estableció la visión epistemológica del fenomenalismo (teoría de la percepción que indica que la materia puede ser analizada en términos de sensaciones) y orientó el camino que adoptaría el movimiento positivista en el pensamiento moderno.


El filósofo e historiador escocés David Hume aplicó la crítica de Berkeley sobre la sustancia material a la propia creencia de este filósofo en la sustancia espiritual, afirmando que no existe ninguna evidencia observable de la existencia de una sustancia suprema, espíritu o Dios. Pese a que su obra filosófica más importante fue Tratado sobre la naturaleza humana (3 vols., 1739-1740) su pensamiento es más conocido por una versión más breve y accesible de aquélla, Investigación sobre el entendimiento humano (1751). Según Hume, todas las afirmaciones metafísicas sobre cosas que no se pueden percibir de una forma directa carecen asimismo de sentido y tendrían que “ser entregadas a las llamas”. En sus análisis de la causalidad y de la inducción, Hume mantuvo que no existe ninguna justificación lógica existe para creer que dos hechos están conectados por azar o para establecer ninguna inferencia desde el pasado hacia el futuro, dando lugar así a problemas que todavía no han sido resueltos. La obra de Hume ha tenido un profundo efecto en la ciencia moderna al estimular el uso de los procedimientos estadísticos en lugar de los sistemas deductivos y alentar la redefinición de los conceptos básicos.


El filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant exploró las posibilidades de que la razón pueda regir el mundo de la experiencia. En sus críticas de ciencia, moral y arte, Kant intentó deducir normas universales a las que, según él, toda persona racional debería subordinarse. En Crítica de la razón pura (1781), Kant sostenía que las personas no pueden comprender la naturaleza de las cosas en el universo, pero pueden estar racionalmente seguros de que lo experimentan por sí mismos. Dentro de esta esfera de la experiencia, nociones fundamentales como espacio y tiempo son ciertas. En respuesta al escepticismo de Hume, que según sus palabras “lo despertó de su sueño dogmático”, Kant construyó un amplio sistema de filosofía que se sitúa entre los mayores logros intelectuales de la cultura occidental. Kant combinó el principio empirista de que todo conocimiento tiene su fuente en la experiencia con la creencia racionalista en el conocimiento conseguido por la deducción. Sugirió que, aunque el contenido de la experiencia ha de ser descubierto a través de la propia experiencia, la mente impone forma y orden en todas sus experiencias y esta forma y orden pueden ser descubiertos a priori, es decir, mediante la reflexión. Su afirmación de que causalidad, sustancia, espacio y tiempo, formas de la intuición pura, son modelos impuestos por la mente en función de su experiencia dio soporte al idealismo heredado de Leibniz y Berkeley, pero su filosofía también constituyó una crítica al idealismo al estar de acuerdo con la afirmación empirista de que las cosas en sí mismas —es decir, las cosas tal y como existen fuera de la experiencia humana— constituyen la “cosa en sí” (noumeno incognoscible).

Por lo tanto Kant limitó el conocimiento al “mundo de los fenómenos” de la experiencia, manteniendo que las creencias sobre el alma, el cosmos y Dios (el “mundo de los nombres” que transcienden la experiencia humana) son asuntos de fe antes que resultar propios del conocimiento científico. En sus escritos sobre ética, mantuvo que los principios morales son imperativos categóricos, que para él significaban mandatos absolutos de la razón que no admiten excepciones y nada tienen que ver con el placer o el beneficio práctico. En sus ideas religiosas, que tuvieron un efecto profundo en la teología protestante, hizo hincapié en la conciencia individual y describió a Dios sobre todo como un ideal ético. Pese a que pasó a la historia por su pensamiento puramente filosófico, Immanuel Kant escribió acerca de otras muchas disciplinas, entre ellas la ciencia política. En este sentido, su obra más importante es La paz perpetua. En el pensamiento político y social, Kant fue una figura de primer orden del movimiento en favor de la razón y la libertad contra la tradición y la autoridad. Sus principales obras corresponden a la denominada fase crítica de su pensamiento, especialmente Crítica de la razón pura (1781), Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica del juicio (1790).

En Francia la actividad intelectual culminó en el periodo conocido con el nombre de Ilustración que impulsó los cambios sociales que produjeron la Revolución Francesa. Entre los mayores pensadores de esa época se encuentran Voltaire, quien (al ampliar la tradición de deísmo iniciada por Locke y otros pensadores liberales) redujo las creencias religiosas a aquello que puede ser justificado mediante la inferencia racional a partir del estudio de la naturaleza; Jean-Jacques Rousseau, que criticó la civilización como una corrupción de la naturaleza humana en un hombre bueno en su origen y que desarrolló la doctrina de Hobbes de que el Estado se basa en un contrato social con sus ciudadanos y representa la voluntad popular; y Denis Diderot, quien con Jean le Rond d’Alembert elaboró la famosa Enciclopedia, a la que contribuyeron numerosos científicos y filósofos.


EL IDEALISMO ABSOLUTO
En Alemania, a través de la influencia de Kant, el idealismo y el voluntarismo (es decir, la importancia dada a la voluntad) se convirtieron en las tendencias dominantes. Johann Gottlieb Fichte transformó el idealismo crítico de Kant en un idealismo absoluto al eliminar las “cosas en sí mismas” kantianas y hacer de la voluntad la realidad última. Fichte mantuvo que el mundo es creado por un activo Yo, del que la voluntad humana es una manifestación parcial y que tiende hacia Dios como un ideal irrealizable. Sus ideas fueron consideradas como ateas y se vio obligado a abandonar su cátedra de Filosofía en la Universidad de Jena en 1799. Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling fue aún más lejos al reducir todas las cosas a la actividad de autorrealización de un absoluto, al que identificó con el impulso creativo en la naturaleza. El énfasis que puso el romanticismo en los sentimientos y en la divinidad de la naturaleza encontró expresión filosófica en el pensamiento de Schelling, quien ejerció una destacada influencia en el movimiento transcendentalista estadounidense que encabezaba el poeta y ensayista Ralph Waldo Emerson.


El filósofo idealista alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel aplicó la antigua noción griega de dialéctica en su sistema filosófico. Sus trabajos ejercieron posteriormente una gran influencia en las teorías de numerosos pensadores, entre ellos Karl Marx. Hegel, cuyo sistema de idealismo absoluto, se basó en una nueva concepción de la lógica en la que conflicto y contradicción son considerados como elementos necesarios de la verdad, y ésta es contemplada como un proceso antes que como un estado fijo e inmutable de las cosas. La fuente de toda realidad, para Hegel, es un espíritu absoluto (o razón cósmica) que evoluciona desde una existencia abstracta e indiferenciada hacia una realidad más concreta a través de un proceso dialéctico que consiste en etapas triádicas; cada tríada se compone en primer lugar de un punto inicial (o tesis), en segundo lugar, de su opuesto (o antítesis), y en tercer lugar, de un punto superior o síntesis, donde se funden los dos opuestos. De acuerdo con esta idea, la historia se halla regida por leyes lógicas, de tal forma que “todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real”. Las ideas históricas posteriores son cumplimientos más completos del espíritu absoluto cuyo punto más alto de autorrealización se encuentra en el Estado nacional de la monarquía de Federico Guillermo IV y en la filosofía. Hegel impulsó un mayor interés por la historia al representarla como una penetración en la realidad más profunda que las ciencias naturales. Su concepción del Estado nacional como la encarnación más alta del espíritu absoluto se interpretó durante un tiempo como la fuente principal de las modernas ideologías autoritarias, aunque él mismo se declaró partidario de la existencia de un amplio grado de libertad individual reconocido por el poder político. Hegel expuso lo fundamental de su sistema filosófico en Fenomenología del espíritu (1807).


OTROS PENSADORES
El filósofo danés del siglo XIX Sören Kierkegaard colaboró en crear el existencialismo y exploró las paradojas inherentes al cristianismo. En su libro Temor y temblor, Kierkegaard hablaba del Génesis 22, en el que Dios ordenaba a Abraham matar a su único hijo, Isaac. Abraham se preparó para hacer caso a la irrazonable petición de Dios y Kierkegaard considera el 'salto de fe' de Abraham en esta cuestión como la esencia de la religión. Kierkegaard (autor, entre otras obras, de El concepto de la angustia) criticó el énfasis hegeliano en la razón; su defensa elocuente del sentimiento y la aproximación subjetiva a los problemas de la vida fueron una de las fuentes más importantes del existencialismo del siglo XX.


El filósofo alemán Arthur Schopenhauer rechazó la optimista fe de Hegel en la razón y el progreso. En 1819 publicó El mundo como voluntad y representación, obra en la que presenta su filosofía ateísta y pesimista. Schopenhauer mantenía que tanto la naturaleza como la humanidad son productos de una voluntad irracional, de la que la gente puede escapar tan sólo a través del arte y la renuncia filosófica al deseo de felicidad. El filósofo y sociólogo francés Auguste Comte, autor de Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842), formuló la filosofía del positivismo, que rechaza la especulación metafísica y sitúa todo el conocimiento verdadero en las llamadas ciencias positivas o factuales. Comte situó la ciencia de la sociología (que él mismo fundó) en el nivel más alto de la clasificación de las ciencias. El influjo del positivismo fue muy importante en el pensamiento europeo, pero especialmente en la formación del pensamiento nacional de muchos países latinoamericanos. El economista británico John Stuart Mill desarrolló y puntualizó las tradiciones empiristas y utilitaristas, con la publicación de Utilitarismo en 1836 y la aplicación de sus principios a todos los campos del pensamiento. Mill y otros utilitaristas ejercieron una gran influencia en las reformas liberales sociales y económicas que tuvieron lugar en el Reino Unido.


La idea mecanicista del mundo propia del siglo XVII y la fe en la razón y el sentido común del siglo XVIII, aunque todavía influyentes, fueron modificados en el siglo XIX por una serie de ideas más complejas y dinámicas, basadas más en la biología y en la historia que en las matemáticas y la física. Entre otras, muy importante fue la teoría de la evolución a través de los principios de la selección natural, formulada en 1858 por Charles Darwin, cuyo trabajo inspiró concepciones de la naturaleza y de la humanidad que ponían el énfasis en el conflicto y en el cambio como factores que estimulaban la evolución, y se definían contra la unidad y la permanencia sustancial. Por su parte, los alemanes Karl Marx y Friedrich Engels, que se conocieron en París en 1844, elaboraron la filosofía del materialismo dialéctico, basado en la lógica dialéctica de Hegel, pero hicieron de la materia (en vez de la mente) la realidad última. De Hegel adoptaron la idea según la cual la historia avanza de acuerdo con leyes dialécticas y que las instituciones sociales son más reales en el plano material que una naturaleza física o la mente individual. Su aplicación de estos principios a los problemas sociales fue llamada materialismo histórico, teoría según la cual todas las formas de cultura están determinadas por las relaciones económicas y en la que la evolución social acontece a través de la lucha de clases y revoluciones periódicas. Esta teoría se convirtió en la base ideológica del comunismo. El filósofo británico Herbert Spencer elaboró una filosofía evolucionista basada en el principio de la selección natural, que explica todos los elementos de la naturaleza y de la sociedad como adaptaciones en la lucha cósmica por la supervivencia. Al igual que Comte, sustentó la filosofía en la sociología y en la historia por considerarlas las ciencias más avanzadas.

Friedrich Nietzsche, en un retorno a los ideales clásicos de la antigua Grecia, atacó al cristianismo y la filosofía moral. Según Nietzsche, los ideales del cristianismo y la filosofía moral eran "morales esclavas" que pretendían impedir a los individuos de talento y clarividencia alzarse sobre las masas. Aclamó la "voluntad de poder" y elogió los talentos creativos de grandes personalidades. Nietzsche recobró la concepción de Schopenhauer de la existencia como la expresión de una voluntad cósmica, pero hizo de la llamada “voluntad de poder” la fuente de todo valor, como se subraya en uno de sus más discutidos tratados, La voluntad de poder, publicado en 1901, un año después de su muerte, un estudio incompleto en el que reivindica el retorno desde la ética a las primigenias y naturales virtudes de valor y fuerza. Siguiendo la revuelta romántica contra la razón y la organización social, resaltó los valores de la firmeza individual, el instinto biológico y la pasión en un superhombre utópico. Otras importantes obras suyas fueron La gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra (1883-1891) y La genealogía de la moral (1887).


Hacia finales del siglo XIX, el pragmatismo se convirtió en una de las más importantes escuelas de pensamiento, en particular en Estados Unidos. Continuó la tradición empírica de arraigar el conocimiento en la experiencia y acentuar los procedimientos deductivos de la ciencia experimental. Charles Sanders Peirce, que dio nombre a esta corriente, formuló una teoría práctica del conocimiento que definía el entendimiento de un concepto como el conjunto de las predicciones que pueden ser hechas por el uso de ese mismo concepto y verificadas por la experiencia futura. El filósofo y psicólogo estadounidense William James desarrolló la denominada teoría del pragmatismo. Asimismo, y tras aplicar el funcionalismo a la psicología, hizo que esta última disciplina se independizara respecto de la filosofía. James, cuyo destacado trabajo en el campo de la psicología facilitó un marco para delimitar sus ideas filosóficas, desarrolló una teoría pragmática de la verdad. Definió ésta como la capacidad de una idea para guiar al individuo hacia una acción de éxito, y propuso que todas las ideas fueran evaluadas en la medida de su utilidad para resolver los problemas. James justificó la religión sobre este razonamiento pragmático, pero al insistir en la infinitud de Dios, lo identificó con la inconsciente energía de la naturaleza.

El idealismo fue una poderosa escuela de pensamiento en el Reino Unido gracias a la obra de Francis Bradley, que mantuvo, al igual que Hegel, que todas las cosas han de ser entendidas como aspectos de una totalidad absoluta. Bradley negó que las relaciones existan, porque no existen dos cosas idénticas y sólo se puede dar por sentado un único sujeto real de pensamiento, lo Absoluto. Mantenía que cada vez que se dice que una cosa tiene cierta característica, entonces esa cosa (como el propio sujeto) tiene que ser en sí misma el mundo total y la realidad. Cualquier otra afirmación sería contradictoria, porque todo —excepto la realidad misma— tiene predicados contradictorios: una estufa, por ejemplo, está a veces caliente y otras veces fría. El filósofo británico John MacTaggart también recurrió al idealismo hegeliano, manteniendo que el espacio y el tiempo son irreales porque su concepción es contradictoria. Afirmaba que la única realidad es la mente. Otro filósofo británico, Bernard Bosanquet, que al igual que MacTaggart reavivó el idealismo, resaltó el carácter estético y dramático del proceso universal.


Josiah Royce, incluido en el movimiento idealista estadounidense, unió el idealismo a ciertas corrientes de pragmatismo. Royce interpretó la vida humana como el esfuerzo del yo finito por expandirse en el yo absoluto a través de la ciencia, la religión y la lealtad a comunidades más amplias. Sus numerosos trabajos fueron publicados a finales del siglo XIX y principios del XX. El filósofo, educador y psicólogo estadounidense John Dewey desarrolló más tarde los principios pragmáticos de Peirce y James en un amplio sistema de pensamiento al que llamó naturalismo experimental o instrumentalismo. Dewey puso el énfasis en las bases biológicas y sociales del conocimiento y el carácter instrumental de las ideas como planes de acción. Insistió en un acercamiento experimental a la ética (es decir, en relacionar los valores con las necesidades individuales y sociales). La teoría pedagógica de Dewey, que insistió en la preparación del individuo para desarrollar una actividad creativa en una sociedad democrática, adquirió una profunda influencia en los métodos educacionales de Estados Unidos hasta mucho tiempo después de su muerte.


En Francia la idea más influyente de principios del siglo XX fue el vitalismo evolucionista de Henri Bergson, autor, entre otras obras, de Materia y memoria (1896). Bergson planteó el élan vital, la energía espontánea del proceso evolutivo, y defendió los sentimientos y la intuición frente a la aproximación abstracta y analítica a la naturaleza de la ciencia y la filosofía de la ciencia y el espíritu. En Alemania, Edmund Husserl fundó la escuela de la fenomenología, elaborando una filosofía que recogió y analizó las estructuras de la conciencia que permiten a ésta situar a los objetos fuera de sí misma. Husserl, introdujo este término en su libro Ideas. Introducción general a la fenomenología pura (1913). Los primeros seguidores de Husserl, como el filósofo alemán Max Scheler, influenciado por su libro anterior, Investigaciones lógicas (1900-1901), proclamaron que el cometido de la fenomenología es estudiar las esencias de las cosas y la de las emociones. Aunque Husserl nunca renunció a su interés por las esencias, con el tiempo mantendría que sólo las esencias de ciertas estructuras conscientes particulares constituyen el objeto propio de la fenomenología. Husserl, a partir de 1910, definió la fenomenología como el estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para referirse a los objetos fuera de sí misma. Este estudio requiere reflexión sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo demás. Husserl llamó a este tipo de reflexión ‘reducción fenomenológica’. Ya que la mente puede dirigirse hacia lo no existente tanto como hacia los objetos reales, Husserl advirtió que la reflexión fenomenológica no presupone que algo existe con carácter material; más bien equivale a “poner en paréntesis la existencia”, es decir, dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto contemplado.


Lo que Husserl comprobó cuando analizaba los contenidos de la mente fue una serie de actos como el recordar, desear y percibir, e incluso el contenido abstracto de esos actos, a los que Husserl llamó ‘significados’. Esos significados, proclamó, permitían a un acto ser dirigido hacia un objeto bajo una apariencia concreta, y afirmó que la direccionalidad, que él llamaba “intencionalidad”, era la esencia del conocimiento. La fenomenología trascendental, según Husserl, era el estudio de los componentes básicos de los significados que hacen posible la intencionalidad. Posteriormente, en Meditaciones cartesianas (1931), introdujo la fenomenología genética, a la que definió como el estudio de la formación de esos significados en el curso de la experiencia.

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