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miércoles

Retórica y Oratoria

 LA RETÓRICA

Definición de retórica

retoricaLa retórica es el arte o técnica de la persuasión por medio del discurso oral. En definitiva, el arte del discurso ciudadano, que se pone en práctica en el ámbito de la pólis, y que desempeña un papel decisivo en las diversas facetas de la vida pública y privada dentro del sistema democrático.

Tipos de retórica y géneros de discursos

Aristóteles, a mediados del siglo IV a.C., distinguió entre tres tipos de retórica teniendo en cuenta el receptor del discurso y su posibilidad de reacción. Si el auditorio ha de juzgar sobre hechos del pasado en el marco de un tribunal de justicia, nos encontramos ante la retórica forense. Si el auditorio ha de juzgar sobre hechos que han de suceder en el futuro en el ámbito de la asamblea política, nos encontramos ante la retórica deliberativa. Y, finalmente, si el auditorio asiste como espectador y no como juez que ha de tomar una decisión, nos encontramos ante la retórica epidíctica, demostrativa o "de aparato".

 Evolución de la retórica en la Atenas Clásica.

Los críticos modernos, sobre todo G.A. Kennedy, han planteado que uno de los principales modos de definir las diferencias entre las distintas formas de retórica que se dieron en la Atenas Clásica es plantearse cuál de los tres elementos fundamentales del acto de la comunicación -orador, discurso, receptor- es el dominante en cada momento:
1) La retórica técnica o de los manuales: surge a partir de las nuevas necesidades cívicas -judiciales y políticas- planteadas en Siracusa y Atenas a partir de la instauración de la democracia. retoricaEste tipo de retórica surge al centrar los rétores su atención en el discurso en detrimento de factores como el emisor y el receptor. Se trata de una retórica enormemente pragmática, preocupada por cómo presentar eficientemente un tema y por cómo conseguir convencer a toda costa sin entrar a juzgar la moralidad del orador que pronuncia el discurso ni evaluar sus posibles efectos sobre el auditorio. Es la retórica de recetas y consejos simples y efectivos que desarrollaron en Sicilia autores como Córax y Tisias y que tuvo su continuidad en Atenas a través del grueso del movimiento cultural conocido como Sofística. Su ámbito básico de ejecución fue el género judicial.
2) La retórica sofística, es decir, la desarrollada por los grandes sofistas del siglo V y IV como Gorgias o Isócrates. Se trata de una retórica centrada en el orador más que en el discurso o en el auditorio y es la responsable de una imagen del orador ideal que, gracias al prestigio ganado, lidera la sociedad hasta conseguir el cumplimiento de unos objetivos personales (la influencia alcanzada por Gorgias) o de unos ideales nacionales (la idea del pan-helenismo defendida por Isócrates). Se trata de una retórica más ceremonial que activa y cívica. Se trata de una oratoria abierta a la amplificación y al refinamiento estilístico. Sus discursos, por lo tanto, pertenecen sobre todo al género epidíctico.
3) La retórica filosófica: este tercer ramal comienza con las críticas planteadas por Sócrates a lasretorica dos anteriores retóricas y tiene como continuadores básicos a Platón y a Aristóteles. Reduce el papel jugado por el orador y se preocupa por la validez del mensaje emitido, teniendo muy especialmente en cuenta su efecto sobre el receptor. Se trata de una retórica íntimamente conectada con la dialéctica y con el análisis psicológico. Su objetivo básico es buscar el bien del auditorio en el marco de la convivencia cívica. Este tipo de retórica prestó una especial importancia al menos desarrollado de los géneros: el deliberativo.

LA ORATORIA: PRINCIPALES AUTORES

5.2.1.Nacimiento

retoricaLa oratoria es un género literario en prosa que, como manifestación práctica de la retórica, nació alrededor de la mitad del siglo V a. C., aunque los primeros discursos elaborados literariamente no comenzaron a publicarse por escrito hasta comienzos del siglo IV a.C. Desde el principio del género se destacó su carácter práctico. A diferencia de otras manifestaciones literarias, destinadas a la instrucción o al simple deleite, la oratoria ocupaba un papel decisivo en la vida pública de la pólis y se desarrolló siguiendo el estímulo de dos figuras solidarias, la del maestro (un rétor o sofista instructor en el arte de la retórica) y la del discípulo (el orador que tenía que pronunciar un discurso). Existían maestros a sueldo que enseñaban a ser oradores y que transmitían el qué, el cómo y en qué orden debían expresarse aquellos que tuvieran la obligación de hablar en público en los diferentes contexto cívicos en Atenas.

Contextos

La oratoria ática se desarrolló en tres contextos diferentes:
a) El contexto legal: En la democracia radical que surgió en la primera mitad del siglo V a. C., uno de los derechos más importantes era la isonomía (igualdad de todos los ciudadanos ante la ley). Todos los ciudadanos tenían el derecho, pero también la obligación, de ocuparse de su propia defensa ante un tribunal popular.
retoricaLos crímenes y delitos eran juzgados ante un tribunal que contaba con un número muy amplio de jurados (201 como mínimo), que eran elegidos por sorteo entre los ciudadanos varones de la pólis. Tanto acusadores como defensores tenían que exponer sus posturas sin intermediación de abogados, a no ser que se diera uno de los siguientes motivos: incapacidad física, ser extranjero (meteco), esclavo o mujer. Incluso en los casos de asesinato, que podían recibir una condena a muerte, en los primeros años de la democracia no existía un profesional legal, que actuara de oficio, sino que el papel de fiscal o el del abogado tenían que desempeñarlo simples ciudadanos que estuvieran implicados en el caso.
Aunque existían secretarios, no existía la figura de un juez que interpretara la ley escrita de la ciudad, que adoctrinara o que llamara la orden a los jurados. El jurado era el juez y tenía la atribución absoluta de interpretar tanto la ley como el hecho en sí mismo. No existía posibilidad de apelar frente a la decisión del tribunal. El tiempo de que disponían las partes estaba limitado por una clepsidra o reloj de agua y el juicio tenía que completarse en un solo día. Finalmente, la votación se realizaba en secreto. Los miembros del jurado introducían en una urna un guijarro con el que expresaban su juicio: blanco era inocente, negro culpable.
Al comienzo del sistema, a mediados del siglo V a.C., no existía posibilidad de examinar previamente las pruebas a favor o en contra por parte de los litigantes. Sólo hacia el primer tercio del siglo IV a. C. se permitió que tanto el testimonio de los testigos como las pruebas fueran presentadas previamente por escrito. Antes de que este procedimiento se pusiera en práctica, los oradores tenían que estar preparados para prever posibles argumentos o para reaccionar en el momento.Lisias
La existencia de estas duras condiciones explica la necesidad que tuvieron los ciudadanos de contar con un sofista o un rétor que les enseñara los rudimentos del arte de la retórica. Sólo a partir de finales del siglo V a.C. surge la posibilidad de un intermediario, el logógrafo, que era un orador profesional que, teniendo en cuenta el talante y características personales de quien tenía que pronunciar el discurso, elabora una intervención con los datos disponibles. El logógrafo más importante fue Lisias.
b) Contexto político: Estaba constituido por el ámbito de la asamblea política, que estaba formada por todos los ciudadanos libres de la pólis que contaban con el derecho de la isegoría o igualdad a la hora de intervenir en la política de la asamblea. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en el ámbito judicial, la necesidad de aprender a pronunciar un discurso persuasivo en este contexto no era algo imprescindible. Aunque existía la posibilidad de que cada ciudadano hablara expresando su propio parecer, era muy difícil pronunciar un discurso en este contexto. De hecho, era casi imposible preparar por adelantado un discurso.
En el género judicial los oradores podían conocer por adelantado las líneas principales de su acusación y las pruebas y argumentos básicos que iban a ser empleados por el acusador, lo que permitía una cierta elaboración del discurso e, incluso, a partir de comienzos del siglo IV, la intervención de un logógrafo que preparaba el discurso en su totalidad y que lo daba a memorizar a su cliente. Sin embargo, en la oratoria deliberativa esa posibilidad apenas existía. No sólo era imprevisible el desarrollo de los temas a lo largo de una sesión de la asamblea, sino que también existía un prejuicio muy fuertemente asentado frente a aquellos oradores que pareciesen haber preparado de antemano sus intervenciones. De hecho, la intervención improvisada se consideraba como una premisa básica para juzgar positivamente la labor de un orador deliberativo. Este prejuicio se mantuvo durante todo el período democrático, hasta el punto de que tuvieron que desarrollarse técnicas para que, en aquellos casos en los que se hubiera preparado por adelantado un discurso, su ejecución pareciese improvisada.
DemostenesLos principales oradores deliberativos, como Demóstenes, eran profesionales que lideraban una facción de ciudadanos. Así, por ejemplo, a lo largo de la época clásica surgieron diversos líderes que defendían intereses oligárquicos o populares. Estos oradores podían ser bienintencionados y buscar el bien de la comunidad, como ocurrió en el caso de Pericles, pero también podía tratarse de auténticos demagogos, como Cleón o Alcibíades, que buscaban satisfacer sus propios intereses a costa de sus conciudadanos.
c) Contexto epidíctico: Se trataba de un contexto más indefinido, en el que se desarrolló la oratoria que no era deliberativa ni judicial, destinada a la exhibición del orador, y que se puso en práctica en ámbitos privados (simposios) o ceremoniales (epitafio).
En Atenas, el siciliano Gorgias fue decisivo para el desarrollo de la oratoria epidíctica. En el año 427Gorgias a.C., al frente de una embajada procedente de Leontinos, consiguió asombrar a los atenienses gracias a discursos de exhibición como El encomio de Helena y La defensa de Palamedes. El Encomio de Helena ofrecía una defensa de la mujer más criticada en el mundo griego, la que había provocado la Guerra de Troya. La Defensa de Palamedes es un discurso judicial ficticio de tema mitológico, en el que Palamedes se defiende de las acusaciones que le dirige Odiseo de haber traicionado, por oro, a los griegos. Gorgias se convirtió en una referencia para la oratoria ática, especialmente por el empleo de una serie de recursos estilísticos (antítesis, repeticiones, asonancias) e incluso métricos (la existencia de metros completos intercalados en la exposición prosística) que aproximaban la prosa oratoria a la poesía. De hecho, esas figuras tuvieron tanto éxito, gracias a la intervención del sofista, que acabaron denominándose "figuras gorgianas".
Dentro del ámbito epidíctico, también hay que incluir manifestaciones oratorias ceremoniales comoretorica son los discursos fúnebres pronunciados en honor de los caídos por la patria. El epitafio se pronunciaba dentro de un contexto ceremonial en el que un orador recibía como un honor el encargo de actuar como maestro de ceremonias. Los oradores fúnebres tenían que ajustarse a una serie de ideas y tópicos impuestos y que constituían un corpus de lugares comunes que su público esperaba escuchar. Su capacidad de inventiva se limitaba al modo en que trataba esos temas tradicionales. Así, el orador tenía que comenzar reconociendo que sus palabras no eran apropiadas para la ocasión, continuaba recordando las hazañas realizadas por sus antecesores hasta el presente momento, destacando el hecho de la autoctonía y los pasos dados hasta llegar al sistema político y social actual. A partir de ahí, el epitafio se convertía en una alabanza de las virtudes del sistema democrático. Por lo tanto, la función básica inicial de este tipo de oratoria epidíctica era incrementar el respeto hacia los valores cívicos y morales que estructuran la sociedad e incitar, de este modo, la solidaridad y los lazos entre los diversos elementos sociales. 

Antología de Textos

Defensa de la muerte de Eratóstenes
(Lisias, Discurso I, 1-5)

 Περὶ πολλοῦ ἂν ποιησαίμην, ὦ ἄνδρες, τὸ τοιούτους ὑμᾶς ἐμοὶ δικαστὰς περὶ τούτου τοῦ πράγματος γενέ σθαι, οἷοίπερ ἂν ὑμῖν αὐτοῖς εἴητε τοιαῦτα πεπονθότες· εὖ γὰρ οἶδ᾽ ὅτι, εἰ τὴν αὐτὴν γνώμην περὶ τῶν ἄλλων ἔχοιτε, ἥνπερ περὶ ὑμῶν αὐτῶν, οὐκ ἂν εἴη ὅστις οὐκ ἐπὶ τοῖς γεγενημένοις ἀγανακτοίη, ἀλλὰ πάντες ἂν περὶ τῶν τὰ τοιαῦτα ἐπιτηδευόντων τὰς ζημίας μικρὰς ἡγοῖσθε. καὶ ταῦτα οὐκ ἂν εἴη μόνον παρ᾽ ὑμῖν οὕτως ἐγνωσμένα, ἀλλ᾽ ἐν ἁπάσῃ τῇ Ἑλλάδι· περὶ τούτου γὰρ μόνου τοῦ ἀδικήματος καὶ ἐν δημοκρατίᾳ καὶ ὀλιγαρχίᾳ ἡ αὐτὴ τιμωρία τοῖς ἀσθενεστάτοις πρὸς τοὺς τὰ μέγιστα δυναμένους ἀποδέδοται, ὥστε τὸν χείριστον τῶν αὐτῶν τυγχάνειν τῷ βελτίστῳ· οὕτως, ὦ ἄνδρες, ταύτην τὴν ὕβριν ἅπαντες ἄνθρωποι δεινοτάτην ἡγοῦνται. περὶ μὲν οὖν τοῦ μεγέθους τῆς ζημίας ἅπαντας ὑμᾶς νομίζω τὴν αὐτὴν διάνοιαν ἔχειν, καὶ οὐδένα οὕτως ὀλιγώρως δια κεῖσθαι, ὅστις οἴεται δεῖν συγγνώμης τυγχάνειν ἢ μικρᾶς ζημίας ἀξίους ἡγεῖται τοὺς τῶν τοιούτων ἔργων αἰτίους·   ἡγοῦμαι δέ, ὦ ἄνδρες, τοῦτό με δεῖν ἐπιδεῖξαι, ὡς ἐμοίχευεν   Ἐρατοσθένης τὴν γυναῖκα τὴν ἐμὴν καὶ ἐκείνην τε διέ φθειρε καὶ τοὺς παῖδας τοὺς ἐμοὺς ᾔσχυνε καὶ ἐμὲ αὐτὸν ὕβρισεν εἰς τὴν οἰκίαν τὴν ἐμὴν εἰσιών, καὶ οὔτε ἔχθρα ἐμοὶ καὶ ἐκείνῳ οὐδεμία ἦν πλὴν ταύτης, οὔτε χρημάτων ἕνεκα ἔπραξα ταῦτα, ἵνα πλούσιος ἐκ πένητος γένωμαι, οὔτε ἄλλους κέρδους οὐδενὸς πλὴν τῆς κατὰ τοὺς νόμους τιμωρίας. ἐγὼ τοίνυν ἐξ ἀρχῆς ὑμῖν ἅπαντα ἐπιδείξω τὰ ἐμαυτοῦ πράγματα, οὐδὲν παραλείπων, ἀλλὰ λέγων τἀληθῆ· ταύτην γὰρ ἐμαυτῷ μόνην ἡγοῦμαι σωτηρίαν, ἐὰν ὑμῖν εἰπεῖν ἅπαντα δυνηθῶ τὰ πεπραγμένα.
En mucho estimaría, ¡oh ciudadanos!, el que vosotros fueseis en este asunto tales jueces con respecto a mí como lo seríais para vosotros mismos si os hubiera ocurrido algo semejante; pues sé bien que, si tuvierais sobre los casos de los demás igual criterio que sobre los vuestros, no habría nadie que no se irritase por lo sucedido, antes bien, todas las penas os parecerían pequeñas para quienes de tal modo se comportan. Y ese modo de pensar no se daría únicamente entre vosotros, sino en toda la Hélade, porque éste es el único delito para el cual, tanto en las democracias como en las oligarquías, se concede la misma satisfacción a los más débiles que a los más poderosos, de modo que el de menos calidad goce de los mismos derechos que el más calificado; tan sumamente grave, ¡oh ciudadanos!, consideran todos lo hombres que es esta ofensa. Así, pues, en lo tocante al rigor del castigo creo que todos vosotros sois de la misma opinión y que no hay nadie en quien se dé una tal lenidad como para creer preciso que los autores de semejantes hechos obtengan indulgencia o considerarles merecedores de un pequeño castigo. Pero lo que sí creo, ¡oh ciudadanos!, que es menester que yo demuestre, es que Eratóstenes cometió adulterio con mi mujer y la sedujo y deshonró a mis hijos y me ultrajó a mí penetrando en mi casa, y que entre él y yo no existía ningún motivo de enemistad excepto éste, y que no he obrado así por dinero, para convertirme de pobre en rico, ni por ningún otro interés que el de la reparación prescrita por las leyes. Os expondré, pues, todo el asunto desde los orígenes, sin omitir nada y diciendo la verdad; porque creo que para mí sólo hay una posibilidad de éxito, y es que yo sea capaz de mostraros toso lo que ha ocurrido .
Traducción de M Fernández Galiano 

Panegírico
(Isócrates,Panegírico, 1-10)
Πολλάκις ἐθαύμασα τῶν τὰς πανηγύρεις συναγαγόν των καὶ τοὺς γυμνικοὺς ἀγῶνας καταστησάντων, ὅτι τὰς μὲν τῶν σωμάτων εὐτυχίας οὕτω μεγάλων δωρεῶν ἠξίωσαν, τοῖς δ᾽ ὑπὲρ τῶν κοινῶν ἰδίᾳ πονήσασι καὶ τὰς αὑτῶν ψυχὰς οὕτω παρασκευάσασιν ὥστε καὶ τοὺς ἄλλους ὠφελεῖν δύνα σθαι, τούτοις δ᾽ οὐδεμίαν τιμὴν ἀπένειμαν, ὧν εἰκὸς ἦν αὐτοὺς μᾶλλον ποιήσασθαι πρόνοιαν· τῶν μὲν γὰρ ἀθλητῶν δὶς τοσαύτην ῥώμην λαβόντων οὐδὲν ἂν πλέον γένοιτο τοῖς ἄλλοις, ἑνὸς δ᾽ ἀνδρὸς εὖ φρονήσαντος ἅπαν τες ἂν ἀπολαύσειαν οἱ βουλόμενοι κοινωνεῖν τῆς ἐκείνου διανοίας. Οὐ μὴν ἐπὶ τούτοις ἀθυμήσας εἱλόμην ῥᾳθυμεῖν, ἀλλ᾽ ἱκανὸν νομίσας ἆθλον ἔσεσθαί μοι τὴν δόξαν τὴν ἀπ᾽ αὐτοῦ τοῦ λόγου γενησομένην ἥκω συμβουλεύσων περί τε τοῦ πολέμου τοῦ πρὸς τοὺς βαρβάρους καὶ τῆς ὁμονοίας τῆς πρὸς ἡμᾶς αὐτοὺς, οὐκ ἀγνοῶν ὅτι πολλοὶ τῶν προσποιησαμένων εἶναι σοφιστῶν ἐπὶ τοῦτον τὸν λόγον ὥρμησαν,  ἀλλ᾽ ἅμα μὲν ἐλπίζων τοσοῦτον διοίσειν ὥστε τοῖς ἄλλοις μηδὲν πώποτε δοκεῖν εἰρῆσθαι περὶ αὐτῶν, ἅμα δὲ προκρίνας τούτους καλλίστους εἶναι τῶν λόγων, οἵτινες περὶ μεγίστων τυγχάνουσιν ὄντες καὶ τούς τε λέγοντας μάλιστ᾽ ἐπιδεικνύουσι καὶ τοὺς ἀκούοντας πλεῖστ᾽ ὠφελοῦσιν· ὧν εἶς οὗτός ἐστιν.  Ἔπειτ᾽ οὐδ᾽ οἱ καιροί πω παρεληλύθασιν ὥστ᾽ ἤδη μάτην εἶναι τὸ μεμνῆσθαι περὶ τούτων. Τότε γὰρ χρὴ παύεσθαι λέγοντας, ὅταν ἢ τὰ πράγματα λάβῃ τέλος καὶ μηκέτι δέῃ βουλεύε σθαι περὶ αὐτῶν, ἢ τὸν λόγον ἴδῃ τις ἔχοντα πέρας ὥστε μηδεμίαν λελεῖφθαι τοῖς ἄλλοις ὑπερβολήν. Ἕως δ᾽ ἂν τὰ μὲν ὁμοίως ὥσπερ πρότερον φέρηται, τὰ δ᾽ εἰρημένα φαύλως ἔχοντα τυγχάνῃ, πῶς οὐ χρὴ σκοπεῖν καὶ φιλοσο φεῖν τοῦτον τὸν λόγον, ὃς ἢν κατορθωθῇ, καὶ τοῦ πολέμου τοῦ πρὸς ἀλλήλους καὶ τῆς ταραχῆς τῆς παρούσης καὶ τῶν μεγίστων κακῶν ἡμᾶς ἀπαλλάξει; Πρὸς δὲ τούτοις εἰ μὲν μηδαμῶς ἄλλως οἷόν τ᾽ ἦν δηλοῦν τὰς αὐτὰς πράξεις  ἀλλ᾽ ἢ διὰ μιᾶς ἰδέας, εἶχεν ἄν τις ὑπολαβεῖν ὡς περίεργόν ἐστι τὸν αὐτὸν τρόπον ἐκείνοις λέγοντα πάλιν ἐνοχλεῖν τοῖς ἀκούουσιν· ἐπειδὴ δ᾽ οἱ λόγοι τοιαύτην ἔχουσι τὴν φύσιν ὥσθ᾽ οἷόν τ᾽ εἶναι περὶ τῶν αὐτῶν πολλαχῶς ἐξηγή σασθαι καὶ τά τε μεγάλα ταπεινὰ ποιῆσαι καὶ τοῖς μικροῖς μέγεθος περιθεῖναι, καὶ τά τε παλαιὰ καινῶς διελθεῖν καὶ περὶ τῶν νεωστὶ γεγενημένων ἀρχαίως εἰπεῖν, οὐκέτι φευκ τέον ταῦτ᾽ ἐστὶ περὶ ὧν ἕτεροι πρότερον εἰρήκασιν, ἀλλ᾽ ἄμεινον ἐκείνων εἰπεῖν πειρατέον. Αἱ μὲν γὰρ πράξεις αἱ προγεγενημέναι κοιναὶ πᾶσιν ἡμῖν κατελείφθησαν, τὸ δ᾽ ἐν καιρῷ ταύταις καταχρήσασθαι καὶ τὰ προσήκοντα περὶ ἑκάστης ἐνθυμηθῆναι καὶ τοῖς ὀνόμασιν εὖ διαθέσθαι τῶν εὖ φρονούντων ἴδιόν ἐστιν. Ἡγοῦμαι δ᾽ οὕτως ἂν μεγίστην ἐπίδοσιν λαμβάνειν καὶ τὰς ἄλλας τέχνας καὶ τὴν περὶ τοὺς λόγους φιλοσοφίαν, εἴ τις θαυμάζοι καὶ τιμῴη   μὴ τοὺς πρώτους τῶν ἔργων ἀρχομένους, ἀλλὰ τοὺς ἄρισθ᾽ ἕκαστον αὐτῶν ἐξεργαζομένους, μηδὲ τοὺς περὶ τούτων  ζητοῦντας λέγειν, περὶ ὧν μηδεὶς πρότερον εἴρηκεν, ἀλλὰ τοὺς οὕτως ἐπισταμένους εἰπεῖν ὡς οὐδεὶς ἂν ἄλλος δύναιτο.

Con frecuencia me ha causado asombro que quienes convocaron las fiestas solemnes y establecieron los certámenes gimnásticos consideraran merecedores de tan enormes premios los éxitos físicos y que, en cambio, a los que particularmente se esforzaron por el interés común y tanto aprestaron sus espíritus para ayudar a los demás, no les concedieran honor alguno. A estos últimos hubiera sido lógico prestarles más atención; porque si los atletas duplicaran su fuerza no resultaría mayor beneficio para los demás, pero de un sólo hombre inteligente se beneficiarían todos los que quisieran participar de su pensamiento. No elegí quedarme cruzado de brazos porque esto me descorazonara, antes bien, tras considerar que para mí sería premio suficiente la fama que me resultare de este mismo discurso, vengo a aconsejar la guerra contra los bárbaros y la concordia entre nosotros. Y aunque no desconozco que muchos de los que presumen de sofistas se lanzaron sobre este tema, sin embargo, por un lado tengo la esperanza de aventajarles de tal manera que parezca que nunca han dicho nada sobre ello; y al mismo tiempo he decidido que los más hermosos discursos son los que, al versar sobre asuntos de primera importancia, hacen destacar más a los oradores y benefician a sus oyentes extraordinariamente. Este discurso es uno de ellos. Por otra parte no han cambiado tanto las circunstancias como para que sea vano recordar estas cosas. Pues los oradores deben callar cuando un asunto finaliza y ya no hay que deliberar sobre él, o cuando uno ve que un discurso es tan definitivo que no puede ser superado por los demás. Pero mientras que las cosas vayan como antes y ocurra que se haya hablado con descuido, ¿cómo no va a ser necesario el examinar y estudiar este discurso que, si tuviera éxito, nos libraría de la guerra entre nosotros, del desorden actual y de los mayores males? Además, si sólo fuera posible aclarar los mismos hechos mediante un único procedimiento, cualquiera podría suponer superfluo que un orador molestase a su auditorio con la misma exposición que otros; pero ya que la esencia de los discursos es tal, que se puede exponer un mismo asunto de muchas maneras, empequeñecer lo grande, atribuir grandeza a lo pequeño, tratar lo antiguo con un estilo nuevo, y contar a la antigua sucesos ocurridos recientemente, no se debe huir un tema que otros trataron antes, sino intentar decirlo mejor que aquellos. Porque los hechos ocurridos han quedado para nosotros como algo común, el servirse de ellos en el momento adecuado, el reflexionar lo que conviene sobre cada uno y el organizarlos en buenas expresiones es propio de personas inteligentes. Creo que todas las demás artes y el estudio de la retórica tomarían enorme incremento si se admirara y honrara no a los que primero comienzan las acciones, sino a quienes mejor ejecutan cada una de ellas, no a quines intentan hablar sobre lo que nadie jamás habló, sino a los que saben decirlo de forma que ningún otro podría hacerlo.
Traducción de J. M. Guzmán Hermida

No es muy difícil dominar la ciencia de los discursos
(Isócrates, Contra los Sofistas, 17-18)
Εἰδὼς δὲ τὰς ἐπιφανείας καὶ τὰς λαμπρότητας οὐκ ἐκ τῆς ἡσυχίας, ἀλλ᾽ ἐκ τῶν πολέμων καὶ τῶν ἀγώνων γιγνομένας, βουλόμενος αὐτῶν μὴ μόνον τὰ σώματ᾽ εἰς θεοὺς ἀναγαγεῖν ἀλλὰ καὶ τὰς δόξας ἀειμνήστους καταλιπεῖν, τοῦ μὲν ἐπίπονον καὶ φιλοκίνδυνον τὸν βίον κατέστησεν, τῆς δὲ περίβλεπτον καὶ περιμάχητον τὴν φύσιν ἐποίησεν. Καὶ πρῶτον μὲν Θησεὺς, ὁ λεγόμενος μὲν Αἰγέως γενομένος δ᾽ ἐκ Ποσειδῶνος, ἰδὼν αὐτὴν οὔπω μὲν ἀκμά ζουσαν, ἤδη δὲ τῶν ἄλλων διαφέρουσαν, τοσοῦτον ἡττήθη τοῦ κάλλους, ὁ κρατεῖν τῶν ἄλλων εἰθισμένος, ὥσθ᾽ ὑπαρ χούσης αὐτῷ καὶ πατρίδος μεγίστης καὶ βασιλείας ἀσφαλε στάτης ἡγησάμενος οὐκ ἄξιον εἶναι ζῆν ἐπὶ τοῖς παροῦσιν ἀγαθοῖς ἄνευ τῆς πρὸς ἐκείνην οἰκειότητος,
Quiero, ya que llegué a este punto, hablar de ello con más claridad aún. Yo sostengo que no es muy difícil llegar a dominar la ciencia de los procedimientos con los que pronunciamos y componemos todos los discursos, si uno se confía, no a los que prometen con facilidad, sino a los que saben algo sobre ello; pero elegir los procedimientos que convienen a cada asunto, combinarlos entre sí y ordenarlos convenientemente, y además no errar la oportunidad, sino esmaltar con habilidad los pensamientos que van bien a todo el discurso y dar a las palabras una disposición rítmica y musical, eso requiere mucho cuidado y es tarea de un espíritu valiente y capaz de tener opinión propia; es necesario que el discípulo, además de tener una naturaleza adecuada, haya aprendido las figuras retóricas y se haya ejercitado en sus usos, y que el maestro explique esto de la manera más precisa posible y no omita nada de lo que debe enseñar, y que, de lo restante, se presente a sí mismo como un ejemplo de tal calidad, que los formados por él y capaces de imitarle, aparezcan pronto como oradores más floridos y gratos que los demás. Y si todo esto llega a coincidir, los que se dedican a la filosofía llegarán a su meta; pero si quedara olvidado algo de lo dicho, necesariamente en ese punto estarían peor los que estudian.Traducción de J. M. Guzmán Hermida

Fuente: http://aliso.pntic.mec.es/agalle17/selectividad/oratoria.html