¿Contribuye la hermenéutica gadameriana a
dar algún sentido dignificante a la labor docente?
“El
lenguaje es la verdadera huella de nuestra finitud”
H.G. Gadamer
H.G. Gadamer
En el presente artículo se exponen
algunas reflexiones que permitan comprender algunas de las implicaciones que tiene
la hermenéutica gadameriana en el entorno educativo, postmoderno, especialmente
como contribución a una perspectiva de sentido dignificante a la labor
docente agobiada por un mundo hedonista
y administrado. En un primer apartado se exponen
los conceptos ontológicos, epistemológicos y descriptivos desde los cuales se
afianza el ensayo; en el segundo se exploran y analizan los pilares de la
pedagogía hermenéutica propuesta por Gadamer; en
el tercero se explicitan los presupuestos antropológicos y pedagógicos que
convergen en dos cosmovisiones de choque y en el cuarto y último se plantea cómo influye la cosmovisión gadameriana
como ente liberador, en el que tiene especial relevancia la auto edificación y
la comprensión del otro.
Palabras
Clave: Educación, formación, finitud, hermenéutica, lenguaje,
historia, otro, alteridad, bildung,
geist, freibeit, educarse, formarse, memoria, altruismo, egoísmo,
pedagogía, conversar.
Abstract
This article presents some reflections for
understanding some of the implications of philosophical hermeneutics in the
educational setting, postmodern, particularly as a contribution to a
perspective of meaning in a world hedonistic and managed. The first section
introduces the concepts ontological, epistemological and narrative from which
the test takes hold, the second will explore and analyze the pillars of
education proposed by Gadamer's hermeneutics, in the third made explicit the
anthropological and pedagogical convergence two worldviews clash and the fourth
and last is conceived as hermeneutic pedagogy influences as liberating entity,
which is especially relevant self-building and understanding of others
Keywords: Education, training, finitude, hermeneutics,
language, history, other, otherness, bildung, geist, freibeit, education,
training, memory, altruism, selfishness, teaching, talking.
Responder a este cuestionamiento requiere explorar un poco en la concepción histórica del mundo, del lenguaje y en el sentido del que hacer docente, pero sobre todo demanda una clara fundamentación epistemológica desde la cual se elabore una conversación que nos permita elaborar una respuesta sensata. Por ello, iniciaremos explicando lo que entendemos y comprendemos por epistemología. La epistemología es un constructo teórico (lingüístico) que se ocupa de nuestra definición del saber y de los conceptos relacionados entre sí que tengamos de las fuentes, de los criterios personales y colectivos, de los diferentes tipos de conocimientos posibles y de los grados en los que cada uno de ellos resulta cierto dentro de la relación exacta entre aquel que conoce y el objeto conocido.
Pero el conocimiento
es una creación humana, transmitida por fonemas (imágenes
mentales de los sonidos) y por lo tanto
comparte la esencia de nuestra naturaleza, cuyo carácter es impermanente[1] o mutable. Los humanos vivimos en la provisionalidad, ya que no
hay nada eterno, infinito o absoluto en la vida humana. Somos criaturas del
lenguaje y del tiempo, es decir seres de la finitud. Los seres humanos, estamos
obligados a reconsiderar nuestra posición en el mundo ya que debemos
interpretar y reinterpretar nuestro pasado y nuestro presente, por ello somos
entes comunicativos que nos formamos, y también nos transformamos en la
brevedad histórica.
Desde que nacemos y
hasta que morimos nos vemos inmersos en diferentes experiencias históricas
determinadas por el espacio, el tiempo, la cultura, la sociedad, los géneros,
las tradiciones y los diferentes
elementos ya impuestos y algunos otros que bien pueden ser controlables. Nuestras
situaciones biográficas nos ayudan a ubicarnos en nuestra realidad del mundo a
interpretar nuestra situación ontológica particular y a enfrentar los desafíos
que son propios de nuestra contingencia. Todas nuestras experiencias son
transmitidas por palabras. Las palabras son el
medio de manifestación de nuestra mente. Cada palabra es una oportunidad de
expresión de nuestro pensamiento y es por ello que debemos ser capaces de
transmitir nuestro conocimiento con toda la claridad de nuestro lenguaje y con
la fuerza aprehensiva de nuestra mente.
Tal
vez por ello, la comprensión para Gadamer involucra precisamente el lenguaje,
como ente existencial facilitador de la experiencia hermenéutica ya que puede
efectivamente unir nuestros horizontes temporales. Todo lo existente, se puede
reducir al lenguaje, ya que es mediante el lenguaje que los seres humanos
construimos nuestro mundo. El mundo se moldea, se inspira y articula de acuerdo
a como nosotros mismos expresamos nuestros pensamientos. A su vez, los
pensamientos existen dentro del lenguaje, el cual podríamos entenderlo como
nuestro constructo ontológico. Al respecto señala Gadamer (1998):
“Creo
que este es el punto de partida sólido del planteamiento hermenéutico: el
lenguaje encuentra su ser verdadero en la conversación. Esto significa que nos
dejamos guiar por el lenguaje, que está en un plano superior a toda conciencia
subjetiva. Estamos como quien dice entretejidos en el lenguaje, y es él el que,
sin que nosotros lo supiéramos, nos ha venido moldeando e inspirando por medio
de su modelación y articulación” (Gadamer H. G., 1998)
Este constructo
ontológico, nos permite comprender desde dentro.
Gadamer lo explica así: “El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que
está pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él se basa y
se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para el hombre el
mundo está ahí como mundo, en una forma bajo la cual no tiene existencia para
ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta existencia del mundo está constituida
lingüísticamente...No solo el mundo es mundo en cuanto que accede al lenguaje:
el lenguaje solo tiene verdadera existencia en el hecho de que en él se
representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje significa, pues, al
mismo tiempo la lingüisticidad originaria del estar-en-el-mundo del hombre” (Gadamer H. G., Verdad y Método I, 1977)
En resumen esta cosmovisión afirma, que
en la
transitoriedad humana la historia es ineludible, por lo tanto vivimos y
existimos como entes inmersos dentro del constante fluir[2] que no para, que no
se estanca y que nos constituye irremediablemente en seres biográficos (como diría Heráclito de Éfeso:
“El mundo está en constante movimiento, porque todo fluye”) que construimos
teorías o modelos explicativos de nuestra realidad circundante sencillamente
mediante el lenguaje.
Educarse y formarse: pilares reflexivos de sentido y dignidad.
Es evidente que en esta
construcción postmoderna, no hemos encontrado un balance entre lo material y lo trascendental. Por ello
somos capaces de viajar a la luna, pero somos incapaces de aproximarnos a
nuestros semejantes. Podemos reparar una estación espacial, pero difícilmente
reparamos a las víctimas en el terreno moral o social. Podemos ampliar la cobertura
en la educación, pero la misma carece de sentido u orientación.
Consciente de este tipo de sociedad, el
19 de mayo de 1999, Gadamer habló en una
escuela preparatoria conocida como el Gymnasium
Dietrich-Bonhoeffer. Literalmente, sostuvo una conversación en la cual
habló sobre dos términos que consideró importantes: Educarse y Formarse.
Exploremos
un poco cada uno de ellos. Educarse,
es una palabra que necesariamente actúa como un verbo de carácter reflexivo, es
decir, tiene un sentido de auto superación
y responsabilidad personal: cada uno de
nosotros, tenemos el deber de edificarnos, de construirnos y de potencializarnos a nosotros mismos, poniendo
nuestro mayor esfuerzo allí donde sabemos que poseemos nuestros propias zonas
débiles y que conscientemente tenemos la previsión de no abandonarlas en manos
ajenas que por bien intencionadas que éstas sean, no contribuirán a la auto
edificación.
Es
decir, cada uno de nosotros se educa a sí mismo, porque el aprendizaje es un
proceso que se desarrolla de manera autónoma e individualmente. Igualmente,
educarse es también una palabra que implica el sentido colectivo. Requerimos de
los otros para interactuar, para compartir, para aprender, para referenciar y
para vivir. En este segundo sentido nos educamos a nosotros mismos cuando nos
encontramos y nos comunicamos con los otros, los cuales ya están presentes en
nuestra experiencia de vida y de aprendizaje permanente. En este proceso, el
lenguaje es el medio común que nos une y también nos diferencia. “La construcción
del mundo de la escuela, se circunscribe entonces al mundo del lenguaje, de la
conversación y del sentido que se le dé
a esta última dentro del contexto del aprender” (Gadamer H. G., La educación es educarse,
2000)
Por esta razón la filosofía hermenéutica puede
orientarnos en el ámbito de la educación ayudándonos a comprender el papel que
desempeñamos en nuestro educar cotidiano, como nos expresamos en el mundo y
como actuamos en el mediante nuestro lenguaje. Entonces, educarse es pensar,
dimensionar y hacerse. En este sentido, creo que utilizando el anterior medio común Barragán no lo comunica más
claramente así: “Hay que profundizar en el rol del maestro, la extensión de la
escuela y el sentido del quehacer” (Barragán,
2007)
En alemán el término Bildung indica formación y está estrechamente
emparentado a nuestras ideas de enseñanza, aprendizaje y competencia personal.[3]
Herrera, lo expresa así: “Formarse es ampliar el horizonte propio, incluyendo
en él múltiples puntos de vista ajenos” (Herrera, 2010)
Podríamos entender que el concepto de Bildung no existe
aisladamente, sino que se da en relación con el Geist (espíritu) y Freibeit
(libertad) entendiendo que sobre estas bases podría reposar una pedagogía con
un sentido de lo humano. Por lo anterior, el
Bildung es el formarse así mismo dentro del mundo de los valores objetivos. Es
un proceso auto formativo a partir del cual nos consolidamos como seres
emancipados, capaces de crear una ética dialógica. Esta ética, implicaría que
nos pudiéramos comprender mediante el lenguaje. Pero comprender es aprehender y
en consecuencia es captar el sentido de determinada realidad en la que nos encontremos
inmersos.
El Bildung,
es formarse en el cultivo de las capacidades humanas dentro del contexto de una
educación que da forma, a las disposiciones naturales de la persona de manera
integral. La formación no puede ser un verdadero
objetivo. Sólo puede ser buscada en el acto reflexivo del educador.[4]
Por eso la formación va más allá del mero cultivo de capacidades previas.
Cultivar una disposición es desarrollar algo dado. Así, el ejercicio y cuidado
de la misma es un simple medio para lograr un fin. Para
la pedagogía hermenéutica la formación tiene algo de personal e individual, es
decir de autoformación, actitud que se canaliza a través de un proceso de auto
interpretación que siempre permanece abierto a nuevas comprensiones.
Revivir las experiencias, tanto personales como la
de los otros, constituye algo fundamental para la propia educación porque no
hay pensamiento sin lenguaje. Gadamer reclama una educación basada en la
lectura y en el diálogo, porque según la pedagogía hermenéutica, la verdad se
da canalizada por el lenguaje.[5] El lenguaje
constituye la condición y el límite del pensamiento, de manera que la
posibilidad de la apertura humana depende de la potencia del lenguaje que es el
que nos permite salir a la búsqueda del sentido de un saber transmitido.
Aquí
observamos un interesante modelo platónico de comunicación: el dialogo. Este
mismo es inspirado en la retórica griega, en la que se lleva una conversación
inteligente con el otro, se responden inquietudes y se formulan interrogantes. El diálogo facilita el proceso
de comprensión. Este es el potencial que contiene la conversación porque nos
presenta la oportunidad de contrastar lo que pensamos, creemos o sentimos. “De esta manera, partiendo del carácter
verdadero del lenguaje, que consiste en ser conversación, se aprende a no
contemplar con los griegos la conversación como un logro enmohecido de nuestra
ciencia histórica y tampoco como algo para salir del paso y obtener cierta
información a falta de una teoría epistemológica o de una teoría científica
contemporánea desprovista de su
trasfondo metafísico” (Gadamer H. G., 1998)
Cosmovisiones en choque
La visión
antropológica de Gadamer, se sustenta en la idea de que los seres humanos somos
seres dialógicos y culturales. Por lo anterior, nos encontramos
contextualizados dentro de una dinámica espacio temporal que corresponde a una
tradición lingüística e histórica. Al enmarcarnos como seres humanos dentro de
una cosmovisión cultural, se hace énfasis en la contingencia de nuestro
lenguaje y potencial narrativo que se encuentra inmerso en nuestro legado
historiográfico como humanidad. Todo lo que hemos hecho, hacemos y haremos se
convierte en nuestro propio libro de existencia, es decir, somos seres autoconstructivos.
También, somos seres comunicativos y nos
expresamos mediante el lenguaje. Este a su vez, puede utilizarse para
transmitir información y coordinar las interacciones humanas porque los
hablantes compartimos en gran medida un contexto cultural o trasfondo común. Es
decir, conocemos con mayor o menor precisión a qué realidades se refiere los
términos lingüísticos que empleamos. Pero la correlación no siempre es
perfecta, es posible que haya tergiversaciones bien intencionadas, problemas de
interpretaciones no equivalentes, que quizás podamos resolverlos con más
interacción comunicativa.
Es
un hecho, que cada comunidad que ha construido cultura, ciencia y mundo, lo ha
hecho mediante la transmisión de elaboraciones conceptuales, expresados por el
lenguaje, pues es mediante el lenguaje que la realidad objetiva, o cualquier
otra que deseemos, cobra sentido, pues todo tipo de conocimiento lo codificamos
y estructuramos por fonemas. Así, que la realidad, la captamos a través del
lenguaje. Sencillamente, nuestra construcción ontológica y pedagógica es
netamente discursiva.
Tal vez por ello,
existen dos visiones pedagógicas que chocan entre si. La primera la llamaremos
la pedagogía del egoísmo. Esta pedagogía, tiene su raíz en una idea
antropológica que nos describe como sujetos racionales egocéntricos y
extremadamente incongruentes con un racionalizar que nos termina disolviendo
como personas. [6] La lista de
contradicciones en este modelo nos hace ver como humanistas, pero al mismo
tiempo dogmatista, bastante pluralistas, a veces relativistas y generalmente,
peligrosamente totalitaristas. Al encontrarnos gobernados por la triada
económica, política y tecnológica nos encontramos esclavizados (sin saberlo)
por los flagelos del lenguaje, la burocracia y la tecnología que nos lleva a un
mundo ambivalente y paradójico cuya esencia es la crisis y es en medio de esta
crisis que desarrollamos nuestra labor docente, bajo una escuela que se
constituye como un eficiente medio del
sistema.
Al existir crisis de
lenguaje, también existirá crisis de sentido, de horizonte y de rumbo por que donde hay crisis de
palabra también existirá crisis de la persona humana y por lo tanto de mundo.[7] Esta crisis, nos
dibuja como sujetos antropológicos sin identidad, que hemos perdido la memoria
dentro de un contexto que no nos brinda ningún horizonte simbólico. Cuando
estamos desmemoriados no recordamos quienes somos, de dónde venimos, hacia
donde vamos y nos importa un bledo conceptos como la tradición, la realidad y
la alteridad. En esta coyuntura parecemos estar obnubilados y no sabemos ni
podemos, ni si quiera juzgar lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo malo,
ni lo moral de lo antimoral. Desde este punto de vista, nuestra conexión
vocacional como maestros se obstruye, la escuela se transforma en academia sin consciencia y solo pensamos
en competir para subsistir.
Si hemos perdido
nuestro horizonte, también hemos perdido nuestra esencia ética, por lo tanto no
podemos contemplar ni ver claramente como la subjetividad se disuelve en medio
de una objetividad reduccionista, donde
nosotros, nos vemos simplemente reducidos a estadísticas, ecuaciones,
indicadores y baratas cuantificaciones frías. Esta idea antropológica, se
podría definir como una visión amnésica que
nos conduce irremediablemente a la perdida de la memoria ética y nos deforma en una memoria amoral.[8] En síntesis, esta
es nuestra antropología del egocentrismo consumado que nos enseña como
nosotros, la humanidad, estamos moralmente enfermos y agonizantes, en este
mundo, la escuela es moribunda por que reina la pedagogía del egoísmo.
La segunda visión
antropológica la llamaremos la pedagogía del Altruismo. Esta pedagogía se
afianza en la idea antropológica que tiene como centro el concepto de la
alteridad, es decir del otro. Por lo tanto es una antropología, construida con
esperanza y confianza. Esta perspectiva, nos permite vernos como seres humanos
altruistas y cooperativos con una clara identidad, una memoria y un amplio
horizonte simbólico. Como somos lúcidos recordamos nuestro pasado, nos
consolidamos en el presente y nos proyectamos hacia un futuro, donde, la
tradición, la realidad y la alteridad la hemos recuperado.
Nuestra conexión
espacio-temporal no se encuentra
obstruida, ni la historia la hemos
clausurado y nuestra memoria ética nos permite dar sentido a nuestra existencia
e identidad cultural. En esta
cosmovisión podemos cambiar, innovar y transformar nuestra existencia humana.
En este referente, nuestra pedagogía altruista, se podría definir como una
visión lúcida que conduce a la
construcción de la esperanza mediante una memoria ética que procura establecer
un mundo consciente y solidario. En conclusión, esta es nuestra antropología,
donde la humanidad se renueva y se sana a si misma mientras exclama: ¡Altruismo!
Un altruismo que se autoafirmará en la identidad colectiva e individual de la
humanidad.
Pedagogía hermenéutica como sentido liberador para el educador
El adoctrinamiento es una maquinaria incongruente que se alimenta de las
desigualdades socioeconómicas, mercantilistas y clasistas que el postmodernismo
ha creado. El sistema educativo requiere entender que la relación
educativa es una relación de acogimiento y de responsabilidad, en el sentido de
respuesta al otro, de lo contario observaremos lo que vivimos constantemente,
un totalitarismo aberrante, que explota burocrática[9]
y tecnológicamente a los seres humanos.
Por lo
anterior, se hace indispensable que los pedagogos utilicemos el arte de la
crítica hermenéutica para producir una
elevación moral y sustancial de todo el sistema educativo. Un mundo cuyo objetivo universal es la amnesia colectiva, debe recibir como respuesta una narración
sustentada bajo el poder del lenguaje que descubra y desarticule el discurso
autócrata.[10]
Ello implica que pensemos en un proyecto de desarrollo, sostenible en términos
económicos reales, reconstructivos y prospectivos, ya que la
educación es una relación de acogimiento y de responsabilidad para el otro.
La educación es
ética, por que sostiene una relación responsable con el otro y brinda sentido
en una postmodernidad que se encuentra en crisis. Por lo anterior, como educadores
conscientes descubrimos al otro en todo momento, hasta en la misma ausencia,
porque hemos construido una relación de alteridad que comienza con la dignificación de la profesión docente, la cual ha sido
deshumanizada y desclasificada socialmente por los tecnócratas y burócratas de
turno y por la sociedad y los medios masivos de comunicación que nos
flagelan sin par.
Promover una reparación ética requiere mayor iniciativa por parte del
estado, mayor conciencia por parte de la sociedad y más asertividad en el trato
y en el fomento de un buen status mediático. Los medios de comunicación deben
promover una imagen favorable, que ayude a honrar y no a deshonrar nuestra
profesión docente, deben ser responsables con el lenguaje y con la información. Los educadores,
somos entes dentro de este contexto, pero somos entes vocacionales que
transmitimos nuestra experiencia.
La
sociedad tecnológica no entiende que el educador es aquel que es capaz de
transmitir una experiencia. La pedagogía hermenéutica se traduce en lenguaje,
historia y transformación. Por lo tanto, debe ser reflexiva para que los
educadores, podamos conocer y cuestionar nuestros propios prejuicios y no
preocuparnos tanto por obtener datos objetivos, que no corresponden con la realidad.
Los docentes debemos ser conscientes que los primeros sujetos de cambio
somos nosotros mismos. Pero para ello debemos ser capaces de reconocer nuestras
debilidades gremiales, aprovechar nuestras fortalezas y ser capaces de
reconstruir una nueva colegiatura que sea histórica y que no olvide cuando esto
ocurra, que la pedagogía de la esperanza será posible, porque existirán
auténticos líderes capaces de demostrar que somos idóneos para forjar
verdaderos cambios. Ni la sociedad ni el estado ni el mundo entero han olvidado
que educar es dar ejemplo sin cesar. En este devenir donde se expresan un sinnúmero de
ideas mediante el lenguaje, tenemos que encontrar un sentido a nuestra
existencia. En este contexto, nuestro sentido último, se encuentra en la relación
que tengamos con nosotros mismos, con el mundo y con nuestros congéneres. En
verdad los seres humanos estamos dentro del contexto que llamamos lenguaje-tiempo y ese es el carácter
finito de la vida humana, donde su única ganancia la traducimos en una
sumatoria de aprendizajes, que inician con los referentes histórico de
conciencia y lo sintetizamos mediante lo
que llamamos experiencia.
Los educadores,
somos entes dentro de este contexto, pero somos entes vocacionales que
transmitimos nuestra experiencia. Para ello nos servimos de una poderosa
herramienta: la pedagogía. La pedagogía es experiencia, testimonio y memoria de
la finitud.[11] Por lo tanto, debe
ser reflexiva para que los educadores, podamos conocer y cuestionar nuestros
propios prejuicios y no preocuparnos tanto por obtener datos objetivos, que no
corresponden con la realidad. Para trasformar el entorno, primero debemos
transformarnos a nosotros mismos mediante los dos pilares gadamerianos.[12]
Para
concluir, respondamos a la pregunta de este ensayo. ¿Contribuye la hermenéutica
gadameriana a dar algún sentido dignificante a la labor docente?
Bajo
mi cosmovisión y como se ha leído en este artículo, la hermenéutica asume un compromiso con los
valores de la formación humana. Por lo anterior, puede darnos un sentido
dignificante para los efectos de una cultura altamente tecnificada, que atiende
al consumismo, al egoísmo y a la burocracia. Esta cosmovisión, nos enseña que
la educación debe fundamentarse en una ética discursiva que brinda una relación
responsable con el otro y que mediante una actitud crítica, es capaz de
desenmascarar la deshumanización y la tecnocracia administrada. Mediante este
nuevo horizonte, vislumbraremos un nuevo
sentido a nuestra labor que ha
sido devaluada por los prejuicios sociales anclados en un mundo que se
encuentra en crisis. La pedagogía hermenéutica aporta una dimensión altamente
cooperativa como alternativa ante un mundo egoísta, hedonista y tecnócrata. Así
mismo, nos permite descubrir un sentido dignificante claro a nuestra labor
docente, mediante una perspectiva altruista
que se construye sobre la
esperanza dialéctica de un patrimonio histórico y cultural que tenemos la responsabilidad
de transmitir a nuestras próximas
generaciones.
Bibliografía
Barragán,
D. (2007). El maestro, la escuela, el sentido. Revista Universidad de la
Salle (44), 94-99.
Gadamer,
H. G. (1998). El giro hermenéutico. (A. Parada, Trad.) Madrid: Cátedra.
Gadamer,
H. G. (2000). La educación es educarse. Barcelona: Paidós.
Gadamer,
H. G. (1977). Verdad y Método I. Salamanca: Sígueme.
Gadamer,
H. G. (2000). La educación es educarse. Barcelona: Paidós.
Herrera,
J. D. (2010). La comprensión de lo social. Bogotá: CINDE.
*
Licenciado
en Filosofía y Letras, Productor de Medios Audiovisuales, Especialista en
Bioética, Profesor de Filosofía y Teología FUNLAM, Bogotá. Magister en Ciencias
de la educación. Universidad de San Buenaventura. Rector Colegio Nueva York, Bogotá. Correo electrónico: giovannisalva@gmail.com.
En la red: www.macrotumia.com
[1]
He
utilizado la palabra impermanente, ya que la cosmovisión antropológica de la
finitud expresada por Gadamer, me lleva
a pensar en este concepto tan interesante. En el Budismo el término es
entendido como transitorio, es decir no permanente ya que todas las cosas cambian.
[3] También, hace referencia a la
cultura que pueden poseer las personas como resultado de su formación en los
contenidos de aprendidos desde su realidad inmediata. Igualmente, es una
referencia al proceso por el que se
adquiere la cultura como al patrimonio personal es decir, al conjunto de sus
experiencias de aprendizaje.
[4] A Gadamer le
interesa sobre todo una evocación propia de este término que haga referencia al
estado cultural elevado hacía una inmanencia procedente del conocimiento y del
sentimiento.
[5] Por
ello la verdad se hace presente por medio del lenguaje en la pedagogía
hermenéutica, la cual se convierte en medio para comprender el mundo y para
expresar lo que hemos comprendido del mismo
[6] Cuando la razón se reduce a algo sin sentido ni
consciencia se le llama razón instrumental, porque se vuelve una razón mecánicamente
calculadora.
[7] Esta
crisis de mundo, viene provocada por una construcción de la postmodernidad,
donde creemos que todo está unido, pero en realidad nos lleva más cerca del
autismo.
[11] Es experiencia, porque es un tipo
de conocimiento, que surge de las vivencias experimentadas en el contexto
histórico. Es testimonio, porque hay un alguien que ha sido testigo
experimental y es memoria, porque busca recuperar el pensar, el conversar, el
reflexionar o si se prefiere el formar.
[12] Educase y Formarse o Educarnos y
Formarnos.