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lunes

Hermenéutica gadameriana y dignificación de la labor docente



¿Contribuye la hermenéutica gadameriana a dar algún sentido dignificante a la labor docente?
Giovanni Salazar Valenzuela*
“El lenguaje es la verdadera huella de nuestra finitud
H.G. Gadamer
Resumen
En el presente artículo se exponen algunas reflexiones que permitan comprender algunas de las implicaciones que tiene la hermenéutica gadameriana en el entorno educativo, postmoderno, especialmente como contribución a una perspectiva de sentido dignificante a la labor docente  agobiada por un mundo hedonista y administrado. En un primer apartado se exponen los conceptos ontológicos, epistemológicos y descriptivos desde los cuales se afianza el ensayo; en el segundo se exploran y analizan los pilares de la pedagogía hermenéutica propuesta por Gadamer; en el tercero se explicitan los presupuestos antropológicos y pedagógicos que convergen en dos cosmovisiones de choque y en el cuarto y último se plantea cómo influye la cosmovisión gadameriana como ente liberador, en el que tiene especial relevancia la auto edificación y la comprensión del otro.

Palabras Clave: Educación, formación, finitud, hermenéutica, lenguaje, historia, otro, alteridad, bildung, geist, freibeit, educarse, formarse, memoria, altruismo, egoísmo, pedagogía, conversar.



Abstract
This article presents some reflections for understanding some of the implications of philosophical hermeneutics in the educational setting, postmodern, particularly as a contribution to a perspective of meaning in a world hedonistic and managed. The first section introduces the concepts ontological, epistemological and narrative from which the test takes hold, the second will explore and analyze the pillars of education proposed by Gadamer's hermeneutics, in the third made ​​explicit the anthropological and pedagogical convergence two worldviews clash and the fourth and last is conceived as hermeneutic pedagogy influences as liberating entity, which is especially relevant self-building and understanding of others
Keywords: Education, training, finitude, hermeneutics, language, history, other, otherness, bildung, geist, freibeit, education, training, memory, altruism, selfishness, teaching, talking.

Responder a este cuestionamiento requiere explorar un poco en la concepción histórica del mundo, del lenguaje y en el sentido del que hacer docente, pero sobre todo demanda una clara fundamentación epistemológica desde la cual se elabore una conversación que nos permita elaborar una respuesta sensata. Por ello, iniciaremos explicando lo que entendemos y comprendemos por epistemología. La epistemología es un constructo teórico (lingüístico) que se ocupa de nuestra definición del saber y de los conceptos relacionados entre sí que tengamos de las fuentes, de los criterios personales y colectivos, de los diferentes tipos de conocimientos posibles y de los grados en los que cada uno de ellos resulta cierto dentro de la relación exacta entre aquel que conoce y el objeto conocido. 

Pero el conocimiento es una creación humana, transmitida por fonemas (imágenes mentales de los sonidos) y por lo tanto comparte la esencia de nuestra naturaleza, cuyo carácter es impermanente[1]  o mutable. Los humanos vivimos en la provisionalidad, ya que no hay nada eterno, infinito o absoluto en la vida humana. Somos criaturas del lenguaje y del tiempo, es decir seres de la finitud. Los seres humanos, estamos obligados a reconsiderar nuestra posición en el mundo ya que debemos interpretar y reinterpretar nuestro pasado y nuestro presente, por ello somos entes comunicativos que nos formamos, y también nos transformamos en la brevedad histórica.

Desde que nacemos y hasta que morimos nos vemos inmersos en diferentes experiencias históricas determinadas por el espacio, el tiempo, la cultura, la sociedad, los géneros, las tradiciones y  los diferentes elementos ya impuestos y algunos otros que bien pueden ser controlables. Nuestras situaciones biográficas nos ayudan a ubicarnos en nuestra realidad del mundo a interpretar nuestra situación ontológica particular y a enfrentar los desafíos que son propios de nuestra contingencia. Todas nuestras experiencias son transmitidas por palabras. Las palabras son el medio de manifestación de nuestra mente. Cada palabra es una oportunidad de expresión de nuestro pensamiento y es por ello que debemos ser capaces de transmitir nuestro conocimiento con toda la claridad de nuestro lenguaje y con la fuerza aprehensiva de nuestra mente.
Tal vez por ello, la comprensión para Gadamer involucra precisamente el lenguaje, como ente existencial facilitador de la experiencia hermenéutica ya que puede efectivamente unir nuestros horizontes temporales. Todo lo existente, se puede reducir al lenguaje, ya que es mediante el lenguaje que los seres humanos construimos nuestro mundo. El mundo se moldea, se inspira y articula de acuerdo a como nosotros mismos expresamos nuestros pensamientos. A su vez, los pensamientos existen dentro del lenguaje, el cual podríamos entenderlo como nuestro constructo ontológico. Al respecto señala Gadamer (1998):

“Creo que este es el punto de partida sólido del planteamiento hermenéutico: el lenguaje encuentra su ser verdadero en la conversación. Esto significa que nos dejamos guiar por el lenguaje, que está en un plano superior a toda conciencia subjetiva. Estamos como quien dice entretejidos en el lenguaje, y es él el que, sin que nosotros lo supiéramos, nos ha venido moldeando e inspirando por medio de su modelación y articulación”  (Gadamer H. G., 1998)

Este constructo ontológico, nos permite comprender desde dentro. Gadamer lo explica así: “El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para el hombre el mundo está ahí como mundo, en una forma bajo la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta existencia del mundo está constituida lingüísticamente...No solo el mundo es mundo en cuanto que accede al lenguaje: el lenguaje solo tiene verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje significa, pues, al mismo tiempo la lingüisticidad originaria del estar-en-el-mundo del hombre”  (Gadamer H. G., Verdad y Método I, 1977)

En resumen esta cosmovisión afirma, que en la transitoriedad humana la historia es ineludible, por lo tanto vivimos y existimos como entes inmersos dentro del constante fluir[2] que no para, que no se estanca y que nos constituye irremediablemente en seres biográficos (como diría Heráclito de Éfeso: “El mundo está en constante movimiento, porque todo fluye”) que construimos teorías o modelos explicativos de nuestra realidad circundante sencillamente mediante el lenguaje.

Educarse y formarse: pilares reflexivos de sentido y dignidad.

Es evidente que en esta construcción postmoderna, no hemos encontrado un balance entre  lo material y lo trascendental. Por ello somos capaces de viajar a la luna, pero somos incapaces de aproximarnos a nuestros semejantes. Podemos reparar una estación espacial, pero difícilmente reparamos a las víctimas en el terreno moral o social. Podemos ampliar la cobertura en la educación, pero la misma carece de sentido u orientación.

Consciente de este tipo de sociedad, el 19 de mayo de 1999, Gadamer habló  en una escuela preparatoria conocida como el Gymnasium Dietrich-Bonhoeffer. Literalmente, sostuvo una conversación en la cual habló sobre dos términos que consideró importantes: Educarse y Formarse.

Exploremos un poco cada uno de ellos. Educarse, es una palabra que necesariamente actúa como un verbo de carácter reflexivo, es decir, tiene un sentido de auto superación y  responsabilidad personal: cada uno de nosotros, tenemos el deber de edificarnos, de construirnos y de  potencializarnos a nosotros mismos, poniendo nuestro mayor esfuerzo allí donde sabemos que poseemos nuestros propias zonas débiles y que conscientemente tenemos la previsión de no abandonarlas en manos ajenas que por bien intencionadas que éstas sean, no contribuirán a la auto edificación.

Es decir, cada uno de nosotros se educa a sí mismo, porque el aprendizaje es un proceso que se desarrolla de manera autónoma e individualmente. Igualmente, educarse es también una palabra que implica el sentido colectivo. Requerimos de los otros para interactuar, para compartir, para aprender, para referenciar y para vivir. En este segundo sentido nos educamos a nosotros mismos cuando nos encontramos y nos comunicamos con los otros, los cuales ya están presentes en nuestra experiencia de vida y de aprendizaje permanente. En este proceso, el lenguaje es el medio común que nos une y también nos diferencia. “La construcción del mundo de la escuela, se circunscribe entonces al mundo del lenguaje, de la conversación  y del sentido que se le dé a esta última dentro del contexto del aprender” (Gadamer H. G., La educación es educarse, 2000)

 Por esta razón la filosofía hermenéutica puede orientarnos en el ámbito de la educación ayudándonos a comprender el papel que desempeñamos en nuestro educar cotidiano, como nos expresamos en el mundo y como actuamos en el mediante nuestro lenguaje. Entonces, educarse es pensar, dimensionar y hacerse. En este sentido, creo que utilizando el anterior medio común Barragán no lo comunica más claramente así: “Hay que profundizar en el rol del maestro, la extensión de la escuela y el sentido del quehacer” (Barragán, 2007)

En alemán el término Bildung  indica formación y está estrechamente emparentado a nuestras ideas de enseñanza, aprendizaje y competencia personal.[3] Herrera, lo expresa así: “Formarse es ampliar el horizonte propio, incluyendo en él múltiples puntos de vista ajenos” (Herrera, 2010) Podríamos entender que el concepto de Bildung no existe aisladamente, sino que se da en relación con el Geist (espíritu) y Freibeit (libertad) entendiendo que sobre estas bases podría reposar una pedagogía con un sentido de lo humano. Por lo anterior, el Bildung es el formarse así mismo dentro del mundo de los valores objetivos. Es un proceso auto formativo a partir del cual nos consolidamos como seres emancipados, capaces de crear una ética dialógica. Esta ética, implicaría que nos pudiéramos comprender mediante el lenguaje. Pero comprender es aprehender y en consecuencia es captar el sentido de  determinada realidad en la que nos encontremos inmersos.

El Bildung, es formarse en el cultivo de las capacidades humanas dentro del contexto de una educación que da forma, a las disposiciones naturales de la persona de manera integral. La formación no puede ser un verdadero objetivo. Sólo puede ser buscada en el acto reflexivo del educador.[4] Por eso la formación va más allá del mero cultivo de capacidades previas. Cultivar una disposición es desarrollar algo dado. Así, el ejercicio y cuidado de la misma es un simple medio para lograr un fin. Para la pedagogía hermenéutica la formación tiene algo de personal e individual, es decir de autoformación, actitud que se canaliza a través de un proceso de auto interpretación que siempre permanece abierto a nuevas comprensiones.

Revivir las experiencias, tanto personales como la de los otros, constituye algo fundamental para la propia educación porque no hay pensamiento sin lenguaje. Gadamer reclama una educación basada en la lectura y en el diálogo, porque según la pedagogía hermenéutica, la verdad se da canalizada por el lenguaje.[5] El lenguaje constituye la condición y el límite del pensamiento, de manera que la posibilidad de la apertura humana depende de la potencia del lenguaje que es el que nos permite salir a la búsqueda del sentido de un saber transmitido.

Aquí observamos un interesante modelo platónico de comunicación: el dialogo. Este mismo es inspirado en la retórica griega, en la que se lleva una conversación inteligente con el otro, se responden inquietudes y se formulan interrogantes. El diálogo facilita el proceso de comprensión. Este es el potencial que contiene la conversación porque nos presenta la oportunidad de contrastar lo que pensamos, creemos o sentimos. “De esta manera, partiendo del carácter verdadero del lenguaje, que consiste en ser conversación, se aprende a no contemplar con los griegos la conversación como un logro enmohecido de nuestra ciencia histórica y tampoco como algo para salir del paso y obtener cierta información a falta de una teoría epistemológica o de una teoría científica contemporánea  desprovista de su trasfondo metafísico” (Gadamer H. G., 1998)  

Cosmovisiones en choque

La visión antropológica de Gadamer, se sustenta en la idea de que los seres humanos somos seres dialógicos y culturales. Por lo anterior, nos encontramos contextualizados dentro de una dinámica espacio temporal que corresponde a una tradición lingüística e histórica. Al enmarcarnos como seres humanos dentro de una cosmovisión cultural, se hace énfasis en la contingencia de nuestro lenguaje y potencial narrativo que se encuentra inmerso en nuestro legado historiográfico como humanidad. Todo lo que hemos hecho, hacemos y haremos se convierte en nuestro propio libro de existencia, es decir, somos  seres autoconstructivos.

También, somos seres comunicativos y nos expresamos mediante el lenguaje. Este a su vez, puede utilizarse para transmitir información y coordinar las interacciones humanas porque los hablantes compartimos en gran medida un contexto cultural o trasfondo común. Es decir, conocemos con mayor o menor precisión a qué realidades se refiere los términos lingüísticos que empleamos. Pero la correlación no siempre es perfecta, es posible que haya tergiversaciones bien intencionadas, problemas de interpretaciones no equivalentes, que quizás podamos resolverlos con más interacción comunicativa.

Es un hecho, que cada comunidad que ha construido cultura, ciencia y mundo, lo ha hecho mediante la transmisión de elaboraciones conceptuales, expresados por el lenguaje, pues es mediante el lenguaje que la realidad objetiva, o cualquier otra que deseemos, cobra sentido, pues todo tipo de conocimiento lo codificamos y estructuramos por fonemas. Así, que la realidad, la captamos a través del lenguaje. Sencillamente, nuestra construcción ontológica y pedagógica es netamente discursiva.

Tal vez por ello, existen dos visiones pedagógicas que chocan entre si. La primera la llamaremos la pedagogía del egoísmo. Esta pedagogía, tiene su raíz en una idea antropológica que nos describe como sujetos racionales egocéntricos y extremadamente incongruentes con un racionalizar que nos termina disolviendo como personas. [6] La lista de contradicciones en este modelo nos hace ver como humanistas, pero al mismo tiempo dogmatista, bastante pluralistas, a veces relativistas y generalmente, peligrosamente totalitaristas. Al encontrarnos gobernados por la triada económica, política y tecnológica nos encontramos esclavizados (sin saberlo) por los flagelos del lenguaje, la burocracia y la tecnología que nos lleva a un mundo ambivalente y paradójico cuya esencia es la crisis y es en medio de esta crisis que desarrollamos nuestra labor docente, bajo una escuela que se constituye como un eficiente medio del sistema.

Al existir crisis de lenguaje, también existirá crisis de sentido, de horizonte  y de rumbo por que donde hay crisis de palabra también existirá crisis de la persona humana y por lo tanto de mundo.[7] Esta crisis, nos dibuja como sujetos antropológicos sin identidad, que hemos perdido la memoria dentro de un contexto que no nos brinda ningún horizonte simbólico. Cuando estamos desmemoriados no recordamos quienes somos, de dónde venimos, hacia donde vamos y nos importa un bledo conceptos como la tradición, la realidad y la alteridad. En esta coyuntura parecemos estar obnubilados y no sabemos ni podemos, ni si quiera juzgar lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo malo, ni lo moral de lo antimoral. Desde este punto de vista, nuestra conexión vocacional como maestros se obstruye, la escuela se transforma  en academia sin consciencia y solo pensamos en competir para subsistir.

Si hemos perdido nuestro horizonte, también hemos perdido nuestra esencia ética, por lo tanto no podemos contemplar ni ver claramente como la subjetividad se disuelve en medio de una objetividad reduccionista, donde  nosotros, nos vemos simplemente reducidos a estadísticas, ecuaciones, indicadores y baratas cuantificaciones frías. Esta idea antropológica, se podría definir como una visión amnésica que  nos conduce irremediablemente a la perdida de la memoria ética  y nos deforma en una memoria amoral.[8] En síntesis, esta es nuestra antropología del egocentrismo consumado que nos enseña como nosotros, la humanidad, estamos moralmente enfermos y agonizantes, en este mundo, la escuela es moribunda por que reina la pedagogía del egoísmo.

La segunda visión antropológica la llamaremos la pedagogía del Altruismo. Esta pedagogía se afianza en la idea antropológica que tiene como centro el concepto de la alteridad, es decir del otro. Por lo tanto es una antropología, construida con esperanza y confianza. Esta perspectiva, nos permite vernos como seres humanos altruistas y cooperativos con una clara identidad, una memoria y un amplio horizonte simbólico. Como somos lúcidos recordamos nuestro pasado, nos consolidamos en el presente y nos proyectamos hacia un futuro, donde, la tradición, la realidad y la alteridad la hemos recuperado.

Nuestra conexión espacio-temporal  no se encuentra obstruida,  ni la historia la hemos clausurado y nuestra memoria ética nos permite dar sentido a nuestra existencia e  identidad cultural. En esta cosmovisión podemos cambiar, innovar y transformar nuestra existencia humana. En este referente, nuestra pedagogía altruista, se podría definir como una visión lúcida que conduce  a la construcción de la esperanza mediante una memoria ética que procura establecer un mundo consciente y solidario. En conclusión, esta es nuestra antropología, donde la humanidad se renueva y se sana a si misma mientras exclama: ¡Altruismo! Un altruismo que se autoafirmará en la identidad colectiva e individual de la humanidad.

Pedagogía hermenéutica como sentido liberador para el educador

El adoctrinamiento es una maquinaria incongruente que se alimenta de las desigualdades socioeconómicas, mercantilistas y clasistas que el postmodernismo ha creado. El sistema educativo requiere entender que la relación educativa es una relación de acogimiento y de responsabilidad, en el sentido de respuesta al otro, de lo contario observaremos lo que vivimos constantemente, un totalitarismo aberrante, que explota burocrática[9] y tecnológicamente a los seres humanos.

Por lo anterior, se hace indispensable que los pedagogos utilicemos el arte de la crítica hermenéutica para producir una elevación moral y sustancial de todo el sistema educativo. Un mundo  cuyo objetivo universal es la amnesia colectiva,  debe recibir como respuesta una narración sustentada bajo el poder del lenguaje que descubra y desarticule el discurso autócrata.[10] Ello implica que pensemos en un proyecto de desarrollo, sostenible en términos económicos reales, reconstructivos y prospectivos, ya que la educación es una relación de acogimiento y de responsabilidad para el otro.

La educación es ética, por que sostiene una relación responsable con el otro y brinda sentido en una postmodernidad que se encuentra en crisis. Por lo anterior, como educadores conscientes descubrimos al otro en todo momento, hasta en la misma ausencia, porque hemos construido una relación de alteridad que comienza con la dignificación de la profesión docente, la cual ha sido deshumanizada y desclasificada socialmente por los tecnócratas y burócratas de turno y por la sociedad y los medios masivos de comunicación que nos flagelan sin par.

Promover una reparación ética requiere mayor iniciativa por parte del estado, mayor conciencia por parte de la sociedad y más asertividad en el trato y en el fomento de un buen status mediático. Los medios de comunicación deben promover una imagen favorable, que ayude a honrar y no a deshonrar nuestra profesión docente, deben ser responsables con el lenguaje y con la información. Los educadores, somos entes dentro de este contexto, pero somos entes vocacionales que transmitimos nuestra experiencia.

La sociedad tecnológica no entiende que el educador es aquel que es capaz de transmitir una experiencia. La pedagogía hermenéutica se traduce en lenguaje, historia y transformación. Por lo tanto, debe ser reflexiva para que los educadores, podamos conocer y cuestionar nuestros propios prejuicios y no preocuparnos tanto por obtener datos objetivos, que no corresponden con la realidad.

Los docentes debemos ser conscientes que los primeros sujetos de cambio somos nosotros mismos. Pero para ello debemos ser capaces de reconocer nuestras debilidades gremiales, aprovechar nuestras fortalezas y ser capaces de reconstruir una nueva colegiatura que sea histórica y que no olvide cuando esto ocurra, que la pedagogía de la esperanza será posible, porque existirán auténticos líderes capaces de demostrar que somos idóneos para forjar verdaderos cambios. Ni la sociedad ni el estado ni el mundo entero han olvidado que educar es dar ejemplo sin cesar. En este devenir donde se expresan un sinnúmero de ideas mediante el lenguaje, tenemos que encontrar un sentido a nuestra existencia. En este contexto, nuestro sentido último, se encuentra en la relación que tengamos con nosotros mismos, con el mundo y con nuestros congéneres. En verdad los seres humanos estamos dentro del contexto que  llamamos lenguaje-tiempo y ese es el carácter finito de la vida humana, donde su única ganancia la traducimos en una sumatoria de aprendizajes, que inician con los referentes histórico de conciencia y lo  sintetizamos mediante lo que llamamos experiencia.

Los educadores, somos entes dentro de este contexto, pero somos entes vocacionales que transmitimos nuestra experiencia. Para ello nos servimos de una poderosa herramienta: la pedagogía. La pedagogía es experiencia, testimonio y memoria de la finitud.[11] Por lo tanto, debe ser reflexiva para que los educadores, podamos conocer y cuestionar nuestros propios prejuicios y no preocuparnos tanto por obtener datos objetivos, que no corresponden con la realidad. Para trasformar el entorno, primero debemos transformarnos a nosotros mismos mediante los dos pilares gadamerianos.[12]

Para concluir, respondamos a la pregunta de este ensayo. ¿Contribuye la hermenéutica gadameriana a dar algún sentido dignificante a la labor docente?

Bajo mi cosmovisión y como se ha leído en este artículo, la  hermenéutica asume un compromiso con los valores de la formación humana. Por lo anterior, puede darnos un sentido dignificante para los efectos de una cultura altamente tecnificada, que atiende al consumismo, al egoísmo y a la burocracia. Esta cosmovisión, nos enseña que la educación debe fundamentarse en una ética discursiva que brinda una relación responsable con el otro y que mediante una actitud crítica, es capaz de desenmascarar la deshumanización y la tecnocracia administrada. Mediante este nuevo horizonte, vislumbraremos un nuevo  sentido  a nuestra labor que ha sido devaluada por los prejuicios sociales anclados en un mundo que se encuentra en crisis. La pedagogía hermenéutica aporta una dimensión altamente cooperativa como alternativa ante un mundo egoísta, hedonista y tecnócrata. Así mismo, nos permite descubrir un sentido dignificante claro a nuestra labor docente, mediante una perspectiva altruista  que se  construye sobre la esperanza dialéctica de un patrimonio histórico y cultural que tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestras  próximas generaciones.


Bibliografía

Barragán, D. (2007). El maestro, la escuela, el sentido. Revista Universidad de la Salle (44), 94-99.
Gadamer, H. G. (1998). El giro hermenéutico. (A. Parada, Trad.) Madrid: Cátedra.
Gadamer, H. G. (2000). La educación es educarse. Barcelona: Paidós.
Gadamer, H. G. (1977). Verdad y Método I. Salamanca: Sígueme.
Gadamer, H. G. (2000). La educación es educarse. Barcelona: Paidós.
Herrera, J. D. (2010). La comprensión de lo social. Bogotá: CINDE.








* Licenciado en Filosofía y Letras, Productor de Medios Audiovisuales, Especialista en Bioética, Profesor de Filosofía y Teología FUNLAM, Bogotá. Magister en Ciencias de la educación. Universidad de San Buenaventura. Rector Colegio Nueva York, Bogotá.  Correo electrónico: giovannisalva@gmail.com. En la red: www.macrotumia.com

[1] He utilizado la palabra impermanente, ya que la cosmovisión antropológica de la finitud expresada  por Gadamer, me lleva a pensar en este concepto tan interesante. En el Budismo el término es entendido como transitorio, es decir no permanente ya que  todas las cosas cambian.

[3] También, hace referencia a la cultura que pueden poseer las personas como resultado de su formación en los contenidos de aprendidos desde su realidad inmediata. Igualmente, es una referencia  al proceso por el que se adquiere la cultura como al patrimonio personal es decir, al conjunto de sus experiencias de aprendizaje.
[4] A Gadamer le interesa sobre todo una evocación propia de este término que haga referencia al estado cultural elevado hacía una inmanencia procedente del conocimiento y del sentimiento.
[5] Por ello la verdad se hace presente por medio del lenguaje en la pedagogía hermenéutica, la cual se convierte en medio para comprender el mundo y para expresar lo que hemos comprendido del mismo

[6] Cuando la razón se reduce a algo sin sentido ni consciencia se le llama razón instrumental, porque se vuelve una razón mecánicamente calculadora.
[7] Esta crisis de mundo, viene provocada por una construcción de la postmodernidad, donde creemos que todo está unido, pero en realidad nos lleva más cerca del autismo.
[8] Memoria sin conciencia  de alteridad diría Emmanuel Levinas.
[9] Según Zygmunt Bauman, es la sociedad completamente administrada
[10] Es importante optar por una pedagogía hermenéutica y crítica que combata estas ideas

[11] Es experiencia, porque es un tipo de conocimiento, que surge de las vivencias experimentadas en el contexto histórico. Es testimonio, porque hay un alguien que ha sido testigo experimental y es memoria, porque busca recuperar el pensar, el conversar, el reflexionar o si se prefiere el formar.
[12] Educase y Formarse o Educarnos y Formarnos.