Neurociencia y educación

Neurociencia y Educación: cómo aprende el cerebro a través de cuatro influyentes modelos de aprendizaje.

 


By Mg. Giovanni A. Salazar Valenzuela

 Introducción

“Profe, ¿alguna vez se ha preguntado por qué algunas clases parecen entrar directo en la mente y otras se sienten como un muro imposible de escalar?” —me lanzó esta inquietud un estudiante durante una de esas clases memorables de sábado por la tarde en la universidad. La pregunta me acompañó todo el día y me hice la promesa de escribir un artículo para Macrotumia con la respuesta.

Reflexionando con calma, comprendí que la clave no está únicamente en el profesor o en el contenido, sino en algo mucho más fascinante: cómo funciona y aprende nuestro cerebro. Desde hace siglos, la educación ha intentado descifrar este enigma, y en ese recorrido se han gestado diversos modelos de aprendizaje que hoy siguen iluminando el camino.

Hoy vamos a explorar cuatro de los más influyentes: el conductismo, el constructivismo, el método Montessori y la teoría de las inteligencias múltiples. La idea no es quedarnos en la teoría fría, sino entender cómo estos modelos dialogan con lo que la neurociencia sabe del cerebro y cómo pueden ayudarnos a aprender mejor en la universidad… y en la vida.

 

El cerebro conductista aprende a través de estímulos y recompensas.

El conductismo nació a comienzos del siglo XX, de la mano de psicólogos como Pavlov, Skinner y Watson. Su esencia es simple: el cerebro responde a estímulos externos y puede ser entrenado mediante refuerzos (premios o castigos).

Desde la neurociencia, sabemos que esto tiene mucho sentido. Cada vez que recibimos un refuerzo positivo —un elogio del profesor, una buena nota o incluso un “like” en redes—, nuestro cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la motivación. Esta descarga química fortalece las conexiones neuronales relacionadas con la conducta realizada. Es como si el cerebro nos dijera: “¡Hazlo de nuevo, estuvo genial!”.

Aplicado a la educación universitaria, el conductismo explica por qué los sistemas de evaluación, las recompensas académicas o las becas de mérito funcionan como poderosos motores de aprendizaje. Sin embargo, también nos deja una reflexión: si solo aprendemos por premio o miedo al castigo, ¿qué pasa con la motivación interna? Ahí es donde entran otros modelos.


El cerebro constructivista es conocimiento que se construye como un edificio.

El constructivismo, inspirado en Jean Piaget y Lev Vygotsky, plantea que el estudiante no es un recipiente vacío, sino un constructor activo de su conocimiento. Aprendemos relacionando lo nuevo con lo que ya sabemos, a través de la interacción y el trabajo colaborativo.

La neurociencia lo respalda: cuando aprendemos de manera significativa, se activan múltiples áreas del cerebro al mismo tiempo, y la plasticidad neuronal (la capacidad de las neuronas para reorganizarse y crear nuevas conexiones) se fortalece. Por eso recordamos mucho mejor lo que discutimos con un compañero en un debate que lo que memorizamos sin contexto.

En la universidad, el constructivismo vive en las clases participativas, los proyectos en equipo, los estudios de caso o las simulaciones. Además, activa algo clave en la neurociencia del aprendizaje: las emociones. Un aprendizaje que emociona, sorprende o conecta con nuestra vida cotidiana, se graba con mayor intensidad en la memoria de largo plazo.

 

El cerebro Montessori es un espejo de autonomía y aprendizaje multisensorial.

María Montessori revolucionó la educación al defender que los estudiantes aprenden mejor cuando se les brinda libertad, autonomía y experiencias sensoriales. Aunque su método se asocia a la infancia, sus principios son valiosos en cualquier etapa de la vida, incluso en la universidad.

Desde la neurociencia, se ha demostrado que cuando un estudiante elige cómo aprender, activa el córtex prefrontal, la región cerebral relacionada con la toma de decisiones y la autorregulación. Esto no solo mejora el aprendizaje, sino que desarrolla competencias fundamentales para la vida adulta: responsabilidad, autonomía y pensamiento crítico.

Además, el método Montessori propone que el aprendizaje sea multisensorial. Y la ciencia lo confirma: cuantos más sentidos participan en la experiencia, más sólida es la red neuronal creada. No es lo mismo leer sobre anatomía que observar una maqueta 3D o manipular un modelo virtual interactivo. El cerebro ama la experiencia.

En la universidad, aplicar Montessori significa promover la investigación independiente, el aprendizaje basado en proyectos personales y el uso de herramientas interactivas. Es una invitación a pasar de ser un estudiante pasivo a ser un explorador activo de tu propio conocimiento.

 

El cerebro múltiple aprende mediante la diversidad de talentos.

Howard Gardner propuso la teoría de las inteligencias múltiples, que rompió con la idea de que la inteligencia se mide únicamente con el coeficiente intelectual. Según Gardner, existen al menos ocho formas de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical, corporal-kinestésica, espacial, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Hoy se hablan de cuatro más: existencial, emocional, espiritual y cinestésica, para un total de 12 inteligencias.

La neurociencia aporta evidencias interesantes: diferentes regiones del cerebro se activan según el tipo de tarea que realizamos. Resolver una ecuación activa principalmente áreas del lóbulo frontal y parietal, mientras que tocar un instrumento despierta la corteza auditiva y motora. Esto demuestra que el cerebro es un mosaico de talentos.

En la educación universitaria, esta teoría nos recuerda que no todos aprendemos igual. Algunos estudiantes necesitan diagramas visuales, otros prefieren debates orales, mientras que otros florecen con ejemplos prácticos. Reconocer esta diversidad es clave para diseñar ambientes de aprendizaje inclusivos y creativos.

 

Neurociencia y sinergia como  aprendizaje integral.

Aunque cada modelo parece diferente, la neurociencia nos muestra que el cerebro no aprende de una sola manera. En realidad, los cuatro enfoques se complementan:

  • El conductismo activa los circuitos de motivación con recompensas y retroalimentación.
  • El constructivismo potencia la plasticidad neuronal a través de la interacción y el aprendizaje significativo.
  • El método Montessori fortalece la autonomía y el uso multisensorial, involucrando distintas áreas cerebrales.
  • La teoría de inteligencias múltiples reconoce la diversidad de talentos, lo que coincide con la activación de redes neuronales específicas para distintas habilidades.

Un buen docente, y también un buen estudiante universitario, puede combinar lo mejor de cada modelo para aprovechar al máximo cómo funciona su propio cerebro. “Profe…” —la voz de mi estudiante quedó resonando en mi cabeza como un eco— “¿alguna vez se ha preguntado por qué algunas clases parecen entrar directo en la mente y otras se sienten como un muro imposible de escalar?”.

Bueno… ummm… aquí va mi respuesta, antes de cumplir con el formalismo de las conclusiones: la verdad es que algunas clases fluyen con naturalidad y otras se sienten pesadas porque el aprendizaje no es uniforme ni automático. Nuestro cerebro necesita ser estimulado desde distintos caminos: a veces requiere el refuerzo y la práctica del conductismo, en otras ocasiones se enciende cuando construye significado y conecta ideas como lo plantea el constructivismo; también aprende con más profundidad cuando explora libremente a través de experiencias sensoriales, como sugiere el método Montessori; y, por supuesto, se enriquece cuando reconocemos que cada persona desarrolla talentos distintos, tal como nos recuerda la teoría de las inteligencias múltiples.

En definitiva, que una clase parezca fácil o difícil depende de qué tan bien se logra dialogar con la manera en que nuestro cerebro procesa, siente y organiza la información. Más que hablar de muros o atajos, se trata de abrir ventanas y puentes que despierten la curiosidad y hagan que el conocimiento cobre sentido.


Conclusión

La neurociencia nos enseña que el aprendizaje no es un proceso lineal ni uniforme, sino una danza compleja de redes neuronales que se activan, refuerzan y transforman con cada experiencia. En este sentido, los cuatro modelos analizados —conductismo, constructivismo, Montessori e inteligencias múltiples— no son compartimentos aislados, sino mapas complementarios que nos ayudan a entender las múltiples maneras en que el cerebro puede aprender.

El conductismo nos recuerda la importancia de la retroalimentación y la motivación externa, que actúan como disparadores químicos y emocionales que impulsan la acción. El constructivismo, por su parte, nos enseña que la verdadera huella en el cerebro se deja cuando el conocimiento tiene sentido y se enlaza con lo que ya sabemos, activando no solo nuestras neuronas, sino también nuestras emociones y relaciones sociales. El método Montessori aporta una visión profundamente humana: el cerebro florece en ambientes de autonomía y exploración, donde la curiosidad marca la ruta. Finalmente, la teoría de las inteligencias múltiples abre la puerta a reconocer que no existe una sola forma de ser “inteligente” ni de aprender; cada cerebro es un universo con talentos propios que merecen ser reconocidos y potenciados.

Para los estudiantes universitarios, esta mirada integral tiene una consecuencia práctica: aprender a aprender es la competencia más valiosa que pueden desarrollar. Conocer cómo funciona el cerebro, permite elegir estrategias más efectivas, combinar modelos según el contexto y, sobre todo, dejar de compararnos con otros. Lo que a mi compañero le sirve para memorizar, quizá no sea lo que a mi me ayude a comprender; y está bien, porque mi cerebro no es copia del suyo, cada cerebro es único.

En un mundo en el que la información es abundante y cambiante, ya no basta con acumular datos. Lo crucial es entrenar al cerebro para ser flexible, crítico, creativo y consciente de sus propias fortalezas y limitaciones. La educación, cuando se apoya en la neurociencia, deja de ser un proceso mecánico y se convierte en una experiencia profundamente transformadora.

En últimas, aprender es mucho más que aprobar un examen o ganar un diploma: es un acto de autoconstrucción. Y cuando se logra comprender que el cerebro es plástico, dinámico y lleno de posibilidades, se descubre que no hay límites fijos para el aprendizaje. Lo que hay es un horizonte en expansión, donde cada experiencia, cada error y cada logro van moldeando quién soy y quién puedo llegar a ser.

 

Bibliografía en Español

  • Ausubel, D. P. (2002). Adquisición y retención del conocimiento: Una perspectiva cognitiva. Paidós.
  • Coll, C. (1990). Aprendizaje escolar y construcción del conocimiento. Paidós.
  • Delval, J. (1997). Hoy todos son constructivistas. Cuadernos de Pedagogía, (259), 8-15.
  • Gardner, H. (2005). Inteligencias múltiples: La teoría en la práctica. Paidós.
  • Hernández Rojas, G. (2006). Paradigmas en psicología de la educación. Trillas.
  • Montessori, M. (2007). El método de la pedagogía científica aplicado a la educación infantil. Biblioteca Nueva.
  • Pozo, J. I. (2008). Aprendices y maestros: La psicología cognitiva del aprendizaje. Alianza Editorial.
  • Vygotsky, L. S. (2000). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica.

 

Bibliografía en Inglés

  • Gardner, H. (2011). Frames of mind: The theory of multiple intelligences. Basic Books.
  • Jensen, E. (2008). Brain-based learning: The new paradigm of teaching. Corwin Press.
  • Montessori, M. (2017). The Montessori method. DigiCat. (Obra original publicada en 1912).
  • Piaget, J. (1972). The psychology of the child. Basic Books.
  • Sousa, D. A. (2016). How the brain learns. Corwin Press.
  • Vygotsky, L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological processes. Harvard University Press.
  • Zull, J. E. (2002). The art of changing the brain: Enriching the practice of teaching by exploring the biology of learning. Stylus Publishing.

 

Cibergrafía

  • Red Latinoamericana de Psicología Educativa: Artículos y recursos sobre aprendizaje y cerebro. http://www.psicologiaeducativa.org
  • Revista Iberoamericana de Educación (OEI): Publicaciones académicas sobre neurociencia y educación. https://rieoei.org
  • Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV, México) – Neurociencia y aprendizaje. https://www.cinvestav.mx

 

Reflexión




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